El arjonero D. Cecilio Barberán, crítico de Arte del diario ABC, describía
en 1934 un óleo del siglo XVII sobre la aparición de la Virgen en las entrañas de
Sierra Morena al pastor Juan de Rivas y, a la vez, daba respuesta al
interrogante que él mismo suscitaba acerca de si las impresiones de Cervantes sobre
la fiesta, aparecidas en su libro
Persiles y Segismunda, estaban basadas en la visión de este cuadro o, por el
contrario, eran fruto de la experiencia como testigo presencial de la misma.
Esto
fue lo que dejó escrito el ilustrado arjonero:
Un cuadro que descubrió
Cervantes (?)
“Hasta
hacer tiempo de que llegue el último domingo de abril, en cuyo día se celebra
en las entrañas de Sierra Morena, tres leguas de la ciudad de Andújar, la
fiesta de Nuestra Señora de la
Cabeza , que es una de las fiestas que en todo lo descubierto
de la tierra se celebra tal, según he oído decir, que ni las pasadas fiestas de
la gentilidad, a quien imita la de la Monda de Talavera, no le han hecho ni le pueden hacer
ventaja. Bien quisiera yo, si fuera posible, sacarla de la imaginación, donde
la tengo fija, y pintárosla con palabras y ponérosla delante de la vista para
que, comprendiéndola, viérades la mucha razón que tengo de alabárosla; pero esta
es carga para otro ingenio no tan estrecho como el mío. En el rico palacio de
Madrid, morada de los Reyes, en una galería está retratada esta fiesta con la
puntualidad posible. Allí está el monte, o, mejor decir, peñasco, en cuya cima
está el monasterio que deposita en sí una santa imagen llamada de la Cabeza , que tomó el nombre
de la peña donde habita, que antiguamente se llamó el Cabezo, por estar en
mitad de un llano libre y desembarazado, solo y señero de otros montes ni peñas
que lo rodeen, cuya altura será de hasta un cuarto de legua y cuyo circuito
debe de ser poco más de media. En este espacioso y ameno sitio tiene su
asiento, siempre verde y apacible por el humor que comunican las aguas del río
Jándula, que de paso, como reverencia, le besa las faldas. El lugar, la peña,
la imagen, los milagros, la infinita gente que acude de cerca y lejos, el
solemne día que he dicho, le hacen famoso en el mundo y célebre en España,
sobre cuantos lugares las más extendidas memorias se acuerdan” –Miguel de
Cervantes (Persiles y Segismunda).
Tiene un
prestigio tan insigne esta romería de Nuestra Señora de la Cabeza , que se celebra
todos los años en la sierra de Andújar, que por ello no es extraño que nuestro
escritor inmortal le dedicara la página que copiamos, página que, cual hachón
de luz fulgura entre las infinitas bellezas de la selva de la obra.
Háblanos Cervantes en tal relato,
como el lector habrá visto, de una pintura que se encontraba en el Regio
Alcázar de Madrid, donde se describe la fiesta; obra que, como se comprenderá,
por el mero hecho de ser aludida por él, ya merece del contemporáneo la máxima
atención y reverencia. Nosotros nos vamos a ocupar hoy de dicha pintura, que,
según ha venido a deducirse, era un cuadro, un cuadro que a nuestro parecer
existe, y para no ser víctima del error que acaso se pudiera probar sobre la
autenticidad del mismo, hemos preferido sacrificar en un principio un poco la
certidumbre que acerca de ella tenemos, poniendo al fin del enunciado la
interrogación de duda.
Este
cuadro, que ayer describiera Cervantes hállase hoy en la sala de peregrinos del
Santuario de la Virgen ,
en Sierra Morena, y es, como trozo de pintura, una obra muy mediocre del siglo
XVII. Representa el cerro del Cabezo con el Santuario, la procesión de la
venerada imagen y un aspecto general del soberbio paraje, donde se celebra la
fiesta. En un ángulo está pintada en gran tamaño la imagen de Nuestra Señora de
la Cabeza , con
el pastor, a quien se le apareció.
Signos
plenos de autenticidad, este cuadro tendría, si algunos de los personajes que
toman parte en las escenas a que esta romería daba lugar, no se nos presentaran
con una indumentaria algo posterior a la que comúnmente se usaba por entonces.
Aunque ello, a nuestro parecer, no quiere decir nada, pues hay que hacer notar
que el citado cuadro está pintado, sin duda, de memoria: tal es de convencional
y pintoresco las escenas que de oídas recogió el artista, y nada de extraño
tiene que pintara desde Madrid u otro lugar cualquiera tal obra, introduciendo
en su acción personajes vestidos a usanza distinta a la que era típica en aquel
lugar que él desconocía.
¿Describió
Cervantes la romería a través de la impresión que le produjo el cuadro al verlo
en el Alcázar de Madrid o fue testigo alguna vez de dicha fiesta? Casi sin
género de dudas, se puede afirmar esto último. Cervantes fue huésped de todos
los pueblos que rodean al santuario. En Arjona, Andújar, y Lopera estuvo
cobrando las alcabalas y estos pueblos solían acudir en masa a la fiesta. Por
si esta posibilidad no fuese la suficiente, hay otra que bien la pudo Cervantes
aprovechar: o sea cuando el año 1598 asistió a la romería, seguido de gran
séquito su protector, el entonces obispo de Jaén Sandoval y Rojas. Por estos
años Cervantes mantenía estrechas relaciones con el insigne purpurado.
Ahora,
¿cómo es encontrarse en el santuario tal
cuadro? El proceso de ello es hoy conocido. Hacia mediados del siglo pasado
éste se hallaba en los salones del banquero D. José de Salamanca, en Madrid. En
una ocasión fue a visitar a aquél el
marqués de la Merced ,
título vecino de Andujar, el que quedó sorprendido al ver tal pintura que de
tan cerca se refería a la
Patrona de su ciudad. Salamanca le dijo el gran aprecio en
que tenía tal cuadro, el que hubo de rescatar de unos desvanes del ministerio de
Fomento, adonde vino a parar procedente de Palacio. Y he aquí que a los pocos
años de esto hubo de intervenir eficazmente en una contienda electoral a favor
de Salamanca el marqués de la
Merced , por cuyo favor recibió del mismo el regalo de tal
cuadro. A la muerte del marqués, este cuadro fue vendido en subasta y una
suscripción popular lo adquirió y lo donó al Santuario.
¿No son
estos indicios sobrados para creer en la autenticidad del mismo? Nosotros
creemos que sí. El mismo estado del cuadro, restaurado posteriormente con un
segundo lienzo que lo reserva de las huellas que dejó sobre él la humedad y el
abandono, háblanos de cómo fue siempre estimada esta pintura, que mereció la
admiración de próceres y las páginas de nuestro escritor inmortal inventariándola
con ello junto a la emoción eterna de su obra.
CECILIO BARBERÁN
D. Cecilio Barberán
Fuente: Diario ABC (edición del 5-8-1934).
La foto de portada está tomada del blog Semana Santa de Arjona.
La foto de portada está tomada del blog Semana Santa de Arjona.
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