viernes, 12 de abril de 2013

La romería de la Virgen de la Cabeza a través de la prensa (II)


    El 5 de mayo de 1916 aparecía en el periódico LA ACCION, en su página segunda y bajo el título  ferias españolas ROMERIA DE LA VIRGEN DE LA CABEZA, la siguiente crónica, nuestra segunda entrega sobre la fiesta a esta advocación de María: un cuadro costumbrista que deja traslucir sus prolegómenos, la marcha del cortejo romero rumbo a la sierra, los encantos paisajísticos del camino y la actividad festivo-religiosa en el Cerro antes del regreso.


FERIAS ESPAÑOLAS
LA ROMERIA DE LA VIRGEN DE  LA CABEZA

   “En el último domingo de Abril se celebra anualmente la fiesta y romería de la Virgen de la Cabeza, Patrona de Andújar, fiesta que goza de justa celebridad en Andalucía y que posee sobrados encantos para merecerla.
 Deseosa LA ACCION de recoger en sus columnas todas las palpitaciones del pueblo español, dondequiera que surjan y sucedan, especialmente si ellas llevan un alegre sello tradicional y castizo, nos dio el encargo de asistir a esta romería religiosa, que reúne en el corazón de Sierra Morena a miles de almas llegadas de distintos y apartados pueblos.
    En Andújar
    Llegamos a Andújar cuando la población se disponía para recibir las cofradías forasteras que concurren a la romería.
    Andújar es un pueblo alegre y risueño, que parece bajado de los abruptos montes para bañar la blancura de sus pies en el Guadalquivir. Un puente antiguo y magnífico separa la ciudad de la vía férrea, y a ese puente acuden los vecinos para dar la bienvenida a las  cofradías que llegan de lugares más o menos alejados.
    Entre apiñadas filas de coches y automóviles desfilan las hermandades con banderas, músicas y tamboriles, oyendo saludos cariñosos y frases de amistad.
    Camino de la sierra
    El sábado último comenzaron desde apenas llegado el día el movimiento y los preparativos de los expedicionarios. Los amables oficios de amigos que se disputan el cumplimiento de los santos deberes de la hospitalidad nos han provisto de un mulo práctico en andanzas serranas; olvidando la triste figura que bestia y caballero componían, nos unimos a la cofradía de Andújar que a las ocho de la mañana comenzó su desfile por el pueblo.
    Rompían la marcha varias, grandes y artísticas banderas de vivos colores, sostenidos por jinetes que las movían y batían al aire; luego iban los romeros, vestidos con lujosos trajes y sentados sobre burros adornados con ricas colchas de raso. Terminando la larga fila de bellas devotas marchaba la hermana mayor, Juanita Martínez, una encantadora muchacha que, con elegante traje de amazona, cruzado por una artística y bella banda blanca bordada en oro –que la sirve de distintivo-, y montando un brioso caballo, recibía los elogios, las flores y los chicoleos del público que al paso de la comitiva se agolpaba. Una banda de música precedía a los romeros del sexo fuerte, que, montados, en caballos y mulos, cerraban el típico desfile. El hermano mayor, don Juan Martínez; el alcalde de Andujar, don José Ortí; el capellán de la cofradía, las autoridades locales, etc., formaban parte de este apiñado grupo.
    Ya fuera del pueblo, la comitiva hace un alto en la ermita llamada de San Mancio para prepararse al rudo camino. Las mujeres cambian sus vestidos de seda por trajes adaptados a la índole de la expedición, y entre los hombres aparecen las botas de vino, que comienzan a cumplir su cometido.
    Pronto se reanudó la marcha, formándose grupos de romeros y romeras, que cambian chispeantes palabras y vierten el buen humor a caño libre; nosotros tuvimos la suerte de hallar unas chiquillas guapas y graciosas que saben a maravilla el arte de acortar los caminos;  nuestro desdichado mulo, que impertérrito sufrió sus burlas y chistes, las debe el favor de que le prestaran alas, pues sólo así nos explicamos lo breve que nos pareció el recorrido.
    El camino está exuberante de galas; es pintoresco siempre, perfumado a todas horas por la vegetación de un monte que coquetonamente se adorna con flores de jara y tomillo. Por nuestra parte, no sabíamos qué admirar más: si la grandiosidad del paisaje, el donaire de las compañeras de viaje o el celoso cuidado de algunos cofrades, vigilantes siempre de que la sed no nos atormentara.
    A las doce del día, un almuerzo copioso repara las fuerzas; un almuerzo alegre y bullicioso en medio del monte, sazonado con carcajadas y bromas.
   Sin prolongar mucho el alto, pues aún quedaban por recorrer algunas leguas, emprendimos la marcha, cruzando veredas que, sin vacilar ante la aspereza del terreno, sorprenden, atrevidas, los más hermosos lugares de la sierra. Muchas veces, cuando se llega a puntos altos, la vista domina revueltas y curvas del camino, que, marcado por los chillones colores de las sombrillas de las expedicionarias, parece moverse como un reptil que se arrastrara rozando …(ilegible).
    A las cuatro de la tarde llegamos al cerro cuya cresta corona el santuario de la Virgen de la Cabeza, y allí hacen su entrada las cofradías con las banderas desplegadas y las músicas tocando.
    En el Cerro de la Cabeza
    Pocos paisajes podrán poseer la grandeza y esplendidez de este cerro de la Cabeza, que domina a cuantos le rodean y parece vigilar los accidentados lugares que le circundan. La majestad  y el silencio de la sierra le rinden una ofrenda de respeto y un fondo de maravillosas variantes.
    En la falda del cerro, esparcidas por unos y otros lados, se divisan muchas casitas blancas, que pertenecen a cofradías de distintos pueblos; por todas partes se ven gentes que bullen y se mueven, grupos de caballerías que descansan de la jornada, tiendas de campaña preparadas para la noche, hogueras, dispuestas a servir de cocinas y, en fin, una extraña  población que turba la paz de un monte salvaje y agrio.
    ¿Quién podrá olvidar esa noche, pasada en pleno campo, entre riscos y monte, lejos de poblado, sintiendo el rumor confuso de músicas y gritos de alegría, bailes y voces que rompen una sola vez al año el silencio imponente de las noches de la sierra?
    La fiesta de la Virgen
    Desde antes de amanecer, las cofradías marchan al santuario para oír sus misas y, más tarde, celebrada la función de iglesia en honor de la Virgen, se organiza la procesión, que baja por pendientes calzadas en larga fila, compuesta por cofradías de los siguientes pueblos: Priego, Castillo de Locubín, Sabiote, Higuera de Arjona, Villanueva de la Reina, Linares, Menjíbar, Mancha Real, Higuera de Calatrava, Villa del Río, Cañete de las Torres, Valenzuela, Marmolejo, Torredonjimeno, Arjona, Rute, Jaén, Montoro, Lopera, Bailén, Puertollano, Arjonilla, Alcalá la Real, Martos, Colomera y Andújar.
    Detrás de las cofradías marcha la imagen de la Virgen sobre andas, en las que va subido un sacerdote, con la misión de tocar a la imagen con objetos piadosos que le van entregando los romeros.
    Esta procesión que se descuelga del empinado cerro, destacándose vivamente con los colores de las numerosas banderas, atravesando sitios abruptos y desarrollándose entre clamorosos vivas a la Virgen, que se mezclan con las notas de las músicas y los redobles de los tamboriles, es un espectáculo que emociona por la extraña mezcla de sencillez y grandeza que encierra.
    Nosotros, admirándolo todo, sentimos un mayor respeto y un encanto especial ante el paso de las cofradías más modestas, en las que los trajes campesinos de los hombres y las galas algo añejas de las mujeres, que hubieran tentado a risa en otras ocasiones, parecían ennoblecer el acto y afirmar la honradez de una fe que con terca monotonía iba cantando el tamboril.
    El regreso
    Terminada la procesión, y después del almuerzo servido suculentamente en la casa-cofradía de Andújar, emprendimos el regreso por carretera para gozar las delicias de su paisaje y dar fe de que el viaje a la Virgen de la Cabeza puede hacerse con toda comodidad, aún cuando los numerosos automóviles y coches que asistieron a la fiesta lo tenían bien demostrado. Una hora de “auto” y poco más de tres en coche permiten recorrer la distancia que separa a Andújar del cerro de la Cabeza, ofreciendo panoramas deliciosos al turista.
    Notas finales
    A la romería han asistido este año, las autoridades locales de Andújar, el gobernador civil de Jaén y su señora.
    La originalidad de la fiesta, los encantos de los lugares donde se celebra y la hospitalidad y simpática cortesía del pueblo de Andújar son cosas más que sobradas para recomendar la asistencia a esta típica romería andaluza.
    Entre nuestros más gratos recuerdos conservaremos los de esos dos días de esparcimiento y suaves emociones; esas horas en que conseguimos mezclar la paz de los campos con la sana alegría de la sociedad entre hombres, y no hemos de olvidar tampoco a las lindas señoritas que supieron ocultar su fatiga para evitar que apareciera nuestro cansancio.
                                                                                                       Antón Zotes
    Andújar, Mayo 916.

     Fuente: Imagen y texto se han tomado del diario LA ACCION (5-5-1916)

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