La prensa escrita nunca ha
sido ajena a la expresión colectiva en sus manifestaciones festivo-religiosas. Las
vivencias más genuinas de todos los elementos que conforman el entramado sociológico
de esta ancestral romería han sido objeto de atención por parte del periodismo
de todas las épocas que, eso sí, con más o menos rigor, con más o menos acierto,
han retratado la liturgia y los escenarios de la fiesta, la idiosincrasia, el folclore
y la devoción nacidas de las expresiones particulares y colectivas del
abigarrado paisaje humano que se da cita anualmente en torno a la inmemorial fiesta
de Ntra. Sra. de la Cabeza.
Rescatando de las hemerotecas las crónicas
que fueron realidades en su momento no hacemos sino traer al presente aquellas
vivencias en su expresión más auténtica, más real, válidas para reconocer los referentes
de la fiesta que aún perviven hoy día y de paso valorar, tanto las prácticas y ritos
desaparecidos como las novedades incorporadas a los fastos de esta multisecular
romería.
Con la referencia aparecida en 1894 en el
HERALDO DE MADRID, iniciamos una serie
de aportaciones aparecidas en la prensa decimonónica y sobre todo, del siglo
pasado, sobre la devoción a esta advocación mariana.
DE ROMERÍA
“En una
peña enhiesta de la riente Sierra Morena, se apareció allá por el siglo XIII al
pastor Juan de Rivas, natural de Colomera, la Virgen Madre de la Cabeza.
La
sencillez de los tiempos medievales, maravillada por la luz del milagro, ha
repercutido al través de las centurias, y hoy en pleno siglo de la discusión y
el indiferentismo casi iconoclasta, la Virgen de la Cabeza cuenta con la devoción ferviente de los
primeros días, y su festividad es siempre un suceso de fe y de regocijo para
media Andalucía.
Fiesta
típica y gentil, en la que el sentimiento religioso compite con el donaire y la
alegría.
Una
comitiva espléndida de romeros procedentes de Colomera, Alcalá la Real , Arjona, Bailén,
Arjonilla, Lopera, Martos, Montoro, Jaén, Rute, Torredonjimeno, Villa del Río,
Marmolejo, Valenzuela, Cañete, Higuera de Calatrava, Mancha Real y otros
pueblos de Córdoba, Granada y Jaén, se dan cita en Andújar, en cuyo término se
halla el santuario de la venerada Virgen.
Cabalgan
todos con destreza árabe: el labrador sencillo y bueno, sobre su mula inquieta
y dura; la labradora sobre la burra tranquila; el mozo sobre el potro de sangre
y brío,…
Entre
riscos y flores desfilan con sus banderas y oriflamas: cada pueblo trae su
comitiva, cada cofradía su brillante escolta…
Entre
trago y “decir” avanzan por la empinada sierra: la devoción les enciende, el
mosto les anima, los lirios y las rosas de los valles espléndidos se ocultan
ante el desfile de aquellas mujeres tan bellas, tan expresivas, tan ardorosas…
Nada tan
bizarro de luz y de color como aquel pueblo nómada, que durante toda una noche
acampa en derredor del santuario.
Depositan
los romeros sus ofrendas en el templo, oran unos, se divierten todos, y cuando
llega el momento de sacar la venerada imagen en sus andas descomunales,
sostenidas por cientos de brazos, un pabellón formado por innúmeras banderas,
un eco de cien tambores y músicas, una armonía de flores y de tiros, flota en
aquellos agrestes parajes, donde la fe, el garbo, la alegría y el entusiasmo de
los buenos labradores andaluces porfian con los aromas y los encantos que la Naturaleza derrochara
sobre lo que es tierra sin par en feracidad y belleza.
La
animación, creciente cada año, ha sido en el actual espléndida, merced a la
actividad franca y pródiga del hermano mayor de la Cofradía de Andújar, D.
Miguel Serrano y Molina”.
Fuente: Texto e imagen pertenecen a la crónica
aparecida el 29-4-1894 en el diario HERALDO DE MADRID.
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