Páginas

miércoles, 24 de abril de 2013

La romería de la Virgen de la Cabeza a través de la prensa (V)


    El arjonero D. Cecilio  Barberán, crítico de Arte del diario ABC, describía en 1934 un óleo del siglo XVII sobre la aparición de la Virgen en las entrañas de Sierra Morena al pastor Juan de Rivas y, a la vez, daba respuesta al interrogante que él mismo suscitaba acerca de si las impresiones de Cervantes sobre la fiesta,  aparecidas en su libro Persiles y Segismunda, estaban basadas en la visión de este cuadro o, por el contrario, eran fruto de la experiencia como testigo presencial de la misma. 
    Esto fue lo que dejó escrito el ilustrado arjonero:

Un cuadro que descubrió  Cervantes (?)

    “Hasta hacer tiempo de que llegue el último domingo de abril, en cuyo día se celebra en las entrañas de Sierra Morena, tres leguas de la ciudad de Andújar, la fiesta de Nuestra Señora de la Cabeza, que es una de las fiestas que en todo lo descubierto de la tierra se celebra tal, según he oído decir, que ni las pasadas fiestas de la gentilidad, a quien imita la de la Monda de Talavera, no le han hecho ni le pueden hacer ventaja. Bien quisiera yo, si fuera posible, sacarla de la imaginación, donde la tengo fija, y pintárosla con palabras y ponérosla delante de la vista para que, comprendiéndola, viérades la mucha razón que tengo de alabárosla; pero esta es carga para otro ingenio no tan estrecho como el mío. En el rico palacio de Madrid, morada de los Reyes, en una galería está retratada esta fiesta con la puntualidad posible. Allí está el monte, o, mejor decir, peñasco, en cuya cima está el monasterio que deposita en sí una santa imagen llamada de la Cabeza, que tomó el nombre de la peña donde habita, que antiguamente se llamó el Cabezo, por estar en mitad de un llano libre y desembarazado, solo y señero de otros montes ni peñas que lo rodeen, cuya altura será de hasta un cuarto de legua y cuyo circuito debe de ser poco más de media. En este espacioso y ameno sitio tiene su asiento, siempre verde y apacible por el humor que comunican las aguas del río Jándula, que de paso, como reverencia, le besa las faldas. El lugar, la peña, la imagen, los milagros, la infinita gente que acude de cerca y lejos, el solemne día que he dicho, le hacen famoso en el mundo y célebre en España, sobre cuantos lugares las más extendidas memorias se acuerdan” –Miguel de Cervantes (Persiles y Segismunda).
    Tiene un prestigio tan insigne esta romería de Nuestra Señora de la Cabeza, que se celebra todos los años en la sierra de Andújar, que por ello no es extraño que nuestro escritor inmortal le dedicara la página que copiamos, página que, cual hachón de luz fulgura entre las infinitas bellezas de la selva de la obra.
   Háblanos Cervantes en tal relato, como el lector habrá visto, de una pintura que se encontraba en el Regio Alcázar de Madrid, donde se describe la fiesta; obra que, como se comprenderá, por el mero hecho de ser aludida por él, ya merece del contemporáneo la máxima atención y reverencia. Nosotros nos vamos a ocupar hoy de dicha pintura, que, según ha venido a deducirse, era un cuadro, un cuadro que a nuestro parecer existe, y para no ser víctima del error que acaso se pudiera probar sobre la autenticidad del mismo, hemos preferido sacrificar en un principio un poco la certidumbre que acerca de ella tenemos, poniendo al fin del enunciado la interrogación de duda.
   Este cuadro, que ayer describiera Cervantes hállase hoy en la sala de peregrinos del Santuario de la Virgen, en Sierra Morena, y es, como trozo de pintura, una obra muy mediocre del siglo XVII. Representa el cerro del Cabezo con el Santuario, la procesión de la venerada imagen y un aspecto general del soberbio paraje, donde se celebra la fiesta. En un ángulo está pintada en gran tamaño la imagen de Nuestra Señora de la Cabeza, con el pastor, a quien se le apareció.
    Signos plenos de autenticidad, este cuadro tendría, si algunos de los personajes que toman parte en las escenas a que esta romería daba lugar, no se nos presentaran con una indumentaria algo posterior a la que comúnmente se usaba por entonces. Aunque ello, a nuestro parecer, no quiere decir nada, pues hay que hacer notar que el citado cuadro está pintado, sin duda, de memoria: tal es de convencional y pintoresco las escenas que de oídas recogió el artista, y nada de extraño tiene que pintara desde Madrid u otro lugar cualquiera tal obra, introduciendo en su acción personajes vestidos a usanza distinta a la que era típica en aquel lugar que él desconocía.
   ¿Describió Cervantes la romería a través de la impresión que le produjo el cuadro al verlo en el Alcázar de Madrid o fue testigo alguna vez de dicha fiesta? Casi sin género de dudas, se puede afirmar esto último. Cervantes fue huésped de todos los pueblos que rodean al santuario. En Arjona, Andújar, y Lopera estuvo cobrando las alcabalas y estos pueblos solían acudir en masa a la fiesta. Por si esta posibilidad no fuese la suficiente, hay otra que bien la pudo Cervantes aprovechar: o sea cuando el año 1598 asistió a la romería, seguido de gran séquito su protector, el entonces obispo de Jaén Sandoval y Rojas. Por estos años Cervantes mantenía estrechas relaciones con el insigne purpurado.
   Ahora, ¿cómo es encontrarse  en el santuario tal cuadro? El proceso de ello es hoy conocido. Hacia mediados del siglo pasado éste se hallaba en los salones del banquero D. José de Salamanca, en Madrid. En una ocasión fue a visitar  a aquél el marqués de la Merced, título vecino de Andujar, el que quedó sorprendido al ver tal pintura que de tan cerca se refería a la Patrona de su ciudad. Salamanca le dijo el gran aprecio en que tenía tal cuadro, el que hubo de rescatar de unos desvanes del ministerio de Fomento, adonde vino a parar procedente de Palacio. Y he aquí que a los pocos años de esto hubo de intervenir eficazmente en una contienda electoral a favor de Salamanca el marqués de la Merced, por cuyo favor recibió del mismo el regalo de tal cuadro. A la muerte del marqués, este cuadro fue vendido en subasta y una suscripción popular lo adquirió y lo donó al Santuario.
    ¿No son estos indicios sobrados para creer en la autenticidad del mismo? Nosotros creemos que sí. El mismo estado del cuadro, restaurado posteriormente con un segundo lienzo que lo reserva de las huellas que dejó sobre él la humedad y el abandono, háblanos de cómo fue siempre estimada esta pintura, que mereció la admiración de próceres y las páginas de nuestro escritor inmortal inventariándola con ello junto a la emoción eterna de su obra.
                                                                           CECILIO BARBERÁN

D. Cecilio Barberán
    Fuente: Diario ABC (edición del 5-8-1934).
   La foto de portada está tomada del blog Semana Santa de Arjona.

No hay comentarios:

Publicar un comentario