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viernes, 26 de abril de 2013

La romería de la Virgen de la Cabeza a través de la prensa (VI)

   Última entrega sobre la romería más antigua de España, analizada desde la óptica periodística. En esta ocasión ofrecemos la crónica más actual de cuantas hemos publicado, editada por ABC el 4 de abril de 1998 y que incluye pinceladas de la fiesta con las novedades incorporadas en los últimos años.


Andalucía en primavera
Andújar
    El fin de la guerra civil supuso el reinicio de la tradición de La Morenita, que, desde entonces, ha ido a más. Cada última semana de abril, Andujar, una ciudad identificada plenamente  con su Patrona, lleva a cabo los preparativos que dan humana consistencia a la más espiritual de las romerías.
  El Cabezo bien vale una misa. Una visita. Los romeros acuden desde todas las provincias de España. Más de un centenar de hermandades romeras de la Virgen de la Cabeza se diseminan por el país. Todas enfilan sus pasos hacia Andujar cuando abril entra en fase terminal. En la ciudad hacen el paseíllo. Los recibe la hermandad matriz, flanqueada por toda la ciudad, que se aposta a uno y otro lado de las calles para contemplar el paso de las cofradías romeras. Les une la solidaridad de los iliturgitanos. Les hermana su propia alegría.
  El entorno acompaña siempre a los peregrinos. La primavera asiste en verde a cada encuentro. Frente a la aridez de Almonte, la explosión vegetal de Sierra Morena es una tentación imposible de desdeñar. Las comparaciones nunca son odiosas. La naturaleza se convierte en el Cabezo en un argumento para el disfrute. Así lo entiende el medio millón de fieles que año tras año coloniza el paraje durante una semana para honrar a su Virgen grande.
Romeros
  Anclados en tiendas de campaña, los romeros no dejan un palmo de pradera sin ocupar. Su huella es perceptible incluso en el embalse del Jándula, a varios kilómetros del santuario, donde los peregrinos, que acuden a pie, a caballo, en automóvil o en carroza, hacen una primera parada para darle al cuerpo alegría alimentaria. Queso, jamón y tinto. Lo clásico en nutrición silvestre.
    La llegada hasta el cerro es lenta. Desde Andújar al cerro del Cabezo hay tantos kilómetros como años le dejaron a Cristo. Todos de sinuosa subida. La meteorología no importa. Si hace bueno, un sol tibio, blando, acompaña a los romeros en la ascensión.  Si, por contra, llueve, el aliado de los peregrinos es un olor mixto, a pino y tierra húmeda, que hace más llevadero el aguacero.
     La Virgen, con independencia del tiempo, les espera. A ritmo de tambor y flauta alcanzan el llano del Cabezo, donde se mezclan con la multitud. Centenares de miles de personas llenan de espíritu festivo la romería o a la vuelta, la diversión es una opción segura. Hay de todo: chiringuitos de quita y pon, barracas de feria, tenderetes de todo a cien, chucherías de saldo, tómbolas atestadas de batidoras, bares portátiles. Y música. Música por un bafle, que es tubo sensorial. El Cabezo demuestra que la alegría no está reñida con el dolor.
    Desde el valle al cerro apenas distan un centenar de metros. Pero son dos mundos opuestos. El silencio estalla justo cuando se inicia el camino de ascensión. Atrás queda el jolgorio. Cuando el peregrino penetra por la puerta que empalma el valle con el cerro, se alía con el recogimiento. Enormes, pulidas, piedras, alineadas y a su mineral antojo, flanquean la ascensión. Se sube a pie o de rodillas. Hay quienes pagan así, con un tributo de rótula, una promesa mariana.
Antorcha
    La llegada al santuario está precedida por un aroma a cera. Durante tres días los peregrinos mantienen viva una enorme antorcha, de varios metros de diámetros, con las velas que mercan en el santuario. Las arrojan en penitencia al interior de la hoguera. Piden así su perdón para sus pecados. Después, o antes, acceden al santuario, reconstruido tras la guerra civil y plagado de catacumbas. Los romeros, ajenos a la historia sólo tienen ojos para la fe. Y la fe la encarna La Morenita, una Virgen diminuta que hace grande al Cabezo.
   Su salida en procesión es espectacular. Cada último domingo abrileño la pasean, tras la celebración de una misa de campaña, más de un centenar de hombros. Algunos romeros acampan a la vera del trono desde el viernes.    Durante dos días con sus noches permanecen asidos al varal para impedir que un advenedizo les quite la vez. La lucha por el territorio es encarnizada cuando llega la hora de procesionarla.
   La Morenita es transportada desde su urna al trono en medio de un clamor sordo, de empujones y gritos, resultante lógica de concentrar a miles de personas en una capilla de minúsculas dimensiones. Las quejas duran un suspiro. Cuando la Virgen alcanza por fin el trono, lo que llena la estancia es un aplauso del alma, intenso y largo, preludio palmero de las lágrimas que arrancará su paso por el Cabezo.
                                                                                      José CEJUDO/Javier LÓPEZ

    Fuente: ABC, edición de Sevilla, de 4 -4-1998.
   Imagen de portada. Jóvenes arjoneras portando la talla de la Virgen de la Cabeza de Arjona.

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