Con unas predicciones de tiempo revuelto y desapacible, echó a andar abril entre
olores a cera, incienso y azahar. Los días centrales de la Semana de Pasión
amanecieron encapotados y la lluvia débil, intermitente y desacompasada, obligó
a mirar al cielo a las hermandades en un intento de burlar el agua amenazante.
No obstante, hubo mejor suerte que el año pasado y todos los pasos, salvo el de la tarde-noche del Jueves Santo, lograron salir a las calles para cumplir sus estaciones
de penitencia, a veces entre un cielo festoneado de una cohorte de nubecillas
que acompañaban al astro rey que lució, por momentos, con fulgor y viveza en las alturas, por
momentos, eclipsado por un cielo reconvertido en palio de crestería; a veces
entre estrellas ocultas por un cerrado lienzo gris plomizo.
El retorno de los tronos, de las dolorosas y
de los cristos ahítos de sufrimiento, al ámbito de sus retablos pone fin a la
representación barroca de la religiosidad popular y cede el testigo al tiempo
de gloria, que invita a desempolvar los trajes de flamenco, a dar
lustre a las botas camperas, a bruñir los metales, a engalanar las carretas y
carrozas, a preparar los arreos de enjaezar las cabalgaduras, a hacer acopio de
viandas, ...
Entre tanto, las infraestructuras y
equipamientos locales, encuentran terreno abonado en la política del Consistorio
que, sin prisa pero sin pausa, está transformando la panorámica de los viarios
rurales (acaban de recibir un lavado de cara los caminos de la Golosa , Cuesta del Monte,
Dulce y Callejón de las Brujas) y urbanos (Calle Sileras) que hacen posible
comunicaciones más diligentes y seguras para viandantes, vehículos y
mercancías.
Las dos rotondas que facilitan el acceso al
pueblo se han hermoseado con sendos motivos historicistas, con referencias
identitarias ancestrales –el escudo heráldico de la localidad y una de las
caras de la urna funeraria hallada en el yacimiento ibero de Piquía reproducida
a tamaño descomunal- que suponen un
aliciente, un reclamo para el turismo, una invitación, en definitiva, para adentrarse
en su interior y conocer el legado patrimonial histórico-artístico que conserva
en usufructo permanente esta ciudad milenarista.
No pudo tener mejor prólogo la Feria del Libro de este año,
un acontecimiento cultural que las sucesivas ediciones han convertido ya en un
referente inexcusable del calendario abrileño de Arjona.
Juan Eslava Galán, artesano de la palabra y
divulgador de la historia, recibió de su tierra el homenaje “Natural de Jaén”, reconocimiento
académico tributado por la
Universidad de Jaén y el Ayuntamiento de la localidad, que
viene a sumarse a los importantes premios literarios conseguidos por este hijo
ilustre de Arjona, (Planeta, Fernando Lara, Ateneo de Sevilla, …) que, por
méritos propios, está, sin duda, considerado como uno de los mejores prosistas en
lengua hispana del panorama literario actual.
En un momento de su intervención, cercana y
entrañable, Eslava Galán reveló que su próxima obra, ambientada en la Arjona de la primera mitad del
siglo XVII, recreará los episodios del hallazgo de las reliquias de los Santos
Patronos.
La primavera florece esplendorosa, amasando
la luz con gracia perfumada que besa suavemente la arboleda mientras viste de
colores caminos y corazones.
Y
cuando el cohete rasgue el lienzo celeste, anunciará entre los hombres y
mujeres, jóvenes y ancianos, vecinos y forasteros, la estética multicolor y una
renovada manifestación de fe y devoción apasionadas.
Es el momento de que cetros y banderas
ondeen al aire, los estadales ciñan los cuellos, los caballos y las carretas
pongan rumbo por los caminos que escancian fragancias de romero, lentisco y
cantueso en busca del semblante divino que mora en lo más alto de Sierra Morena.
A pesar del rigor de los tiempos, a pesar
de las polémicas tasas, a pesar de la climatología adversa.
Si quieres conocer otros hechos acontecidos en los ámbitos abrileños, haz clic sobre este enlace.
Si quieres conocer otros hechos acontecidos en los ámbitos abrileños, haz clic sobre este enlace.