Hemos comentado ya en ocasiones
precedentes que la pintura paisajista cobró especial relevancia durante el
siglo XIX como género autónomo gracias a la creciente admiración por la
naturaleza puesta de moda por el romanticismo.
La burguesía rural, uno de los grupos
sociales que se abrían entonces paso en la estructura social decimonónica,
comenzó a fijar su residencia en las ciudades y gustaba decorar las estancias
de sus casas con ambientes naturales reconocibles llenos de colorismo y
exhuberancia vegetal.
Son composiciones que recrean espacios
naturales, serenos y armoniosos, alejados de cualquier tensión o dramatismo,
representaciones fieles del natural, en muchos casos, asociadas a idealizaciones
bucólicas animadas con la presencia de figuras que mimetizan con el
lugar, que invitan al observador a gozar de las emociones transmitidas por el
artista.
Manuel Ramírez participó de esas poéticas
recreando paisajes naturales que, en ocasiones acompañaba de vida animada, como
los cuadros que presentamos en esta ocasión, de marcado carácter
bucólico-pastoril.
El pastorcito, (1887), óleo sobre lienzo
Detalle de esta obra de marcado carácter bucólico-pastoril
Detalle de la firma y fecha de la anterior obra
La pastorcita, (1887), óleo sobre lienzo
Detalle de la obra anterior
Firma y fecha de ejecución de "La pastorcita"
Cabras, obra de M. Ramírez
Imagen de portada: Detalle de una
fotografía enmarcada del ilustre pintor arjonero. Tomada de la página todocoleccion.net
Los cuadros “El pastorcito” y “La
pastorcita” pertenecen a la Biblioteca
Virtual del Patrimonio Bibliográfico del Museo de Cultura.
La obra “Cabras”, óleo sobre lienzo, se
ha tomado de la página artvalue.com
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