La historia del vestido comienza mucho antes de que las primeras civilizaciones de Egipto y Mesopotamia hicieran su aparición. Se han aducido muchas causas para explicar su nacimiento: por razones de pudor, protección contra el frío, como aditamento de protección mágico-simbólica o cuestiones vinculadas a la esfera de la estética, la ostentación y la posición social de sus usuarios.
Sin entrar en el fondo de estas consideraciones, en el primer tercio del siglo XIV, nuestros antepasados cubrían su cuerpo con ropajes de clara influencia morisca.
Así, las clases nobles y los sectores más pudientes vestían con el pellote – confeccionado en lana y forrado en cendal- y la aljuba –prenda de medio cuerpo arriba, con falda de poco vuelo que cubría hasta por encima de la rodilla, con mangas y abotonada por delante. Más tarde se instauró el predominio de la crocha y el tabardo, éste último abierto por los costados e incluso atado por la cintura, eran lisos o blasonados con las armas heráldicas de su portador. Estaban confeccionados de seda aterciopelada y forrados por dentro de piel.
Las doncellas llevaban el cabello en trenzas, y usaban un sencillo traje carmesí; las damas, en cambio recogían el cabello en moño bajo y, si estaban destocadas, usaban una redecilla y dos cintas entrecruzadas; la indumentaria femenina se circunscribía al uso de la camisa, a las que, por disposiciones anteriores, no siempre respetadas, se prohibía las adornasen con oro y plata; medias negras, ropajes de seda, de color carmesí o rojo, estola central, cuello de cuadros blancos o negros, coselete amarillo, cinta dorada y zapatos de cordobán.
Desde el siglo anterior, era costumbre en las mujeres embarazadas llevar una cinta roja y blanca sobre el talle.
En cuanto a las clases plebeyas y más menesterosas, los hombres usaban capas y sayos de lienzo, -especie de túnicas holgadas, poco ceñidas o sin ceñir-, que tapaban los paños menores y zapatos, y las mujeres, camisas y sayas de lienzo y zapatos.
Para los días festivos, las féminas lucían el “chamarón disantero” o zamarro, prenda de abrigo usada en las épocas más frías del año , que cubría al garnacho, ropa interior sin mangas y ajustada al cuerpo, (especie de justillo), toca amarilla o encarnada, bien listada en la frente, zapatos hasta la rodilla y zarcillos y sartas de latón.
Fuente: ANALES DE LA CIUDAD DE ARJONA. AUTOR: SANTIAGO DE MORALES TALERO. Dep. legal: M 4721-1965.
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