El veinte de enero de 1273, moría a
los 77 años de edad el rey Alhamar, ilustre monarca moro nacido en Arjona,
fundador de la dinastia Nazarí y primer impulsor de la construcción del palacio
de la Alhambra.
Su óbito se produjo al atardecer del
mencionado día, después de la oración, al caer de su caballo cuando partió
de Granada al frente de una expedición para castigar a los sublevados walis de Málaga, Guadix y Comares, (1), que
habían invadido sus fronteras. El fatal accidente degeneraría en una congestión
y vómito de sangre, que acabó con su vida en una improvisada tienda de campaña,
en la vega granadina.
Su
cadáver, embalsamado y colocado en ataúd de plata, fue enterrado en la mezquita
mayor del Albaicín, aunque más adelante sería trasladado a la rawda de la
Sabica, en la Alhambra.
Escudo de armas de la dinastía nazarita
Sobre su sepultura se grabó el siguiente
epitafio:
«Este es el sepulcro del Sultán alto,
fortaleza del Islam, decoro del género humano, gloria del día y de la noche,
lluvia de generosidad, rocío de clemencia para los pueblos, polo de la secta,
esplendor de la ley, amparo de la tradición, espada de la verdad, mantenedor de
las criaturas, león en la guerra, ruina de los enemigos, apoyo del Estado,
defensor de las fronteras, vencedor de las huestes, domador de los tiranos,
triunfador de los impíos, príncipe de los fieles, sabio adalid del pueblo
escogido, defensa de la fe, honra de los reyes y sultanes, vencedor por Dios».
La historiografía, islámica y cristiana,
nos ha dejado detallada y minuciosa información
de su impronta, de su legado y de la rica personalidad del que fuera alcaide de
Arjona y Jaén, en su doble vertiente, humana y política. Semblanzas que vienen a
cincelar su auroleada figura de personaje valeroso, magnánimo, prudente y docto.
Reproducimos algunas de ellas:
Ibn al-Khattib,(1313–1374);
poeta, escritor, historiador, filósofo y político andalusí:
“En cuanto a sus costumbres, era un varón ciertamente admirable; siempre
fue considerado como militar insigne y lleno de valor y entereza; enemigo del
ocio y nunca aficionado al descanso; pobre en el recibir y príncipe muy frugal;
muy experto en la guerra y, al mismo tiempo, sutil; y por su autoridad, digno
de respeto; general expertísimo y gran menospreciador de las diferencias, y
moderado en sus costumbres”.
Vista aérea de la Alhambra de Granada. El Rey Alhamar fue su primer impulsor
Washington Irving,
(1783 – 1859). Escritor romántico estadounidense.
“Su reinado fue una larga serie de sucesos
prósperos para sus súbditos. Dio el mando de sus numerosas ciudades a aquellos
que se habían distinguido por su valor y prudencia y que eran más estimados del
pueblo; organizó una política vigilante y estableció leyes severísimas para la
administración de justicia.
El pobre y el oprimido eran siempre admitidos en audiencia, y los atendía
personalmente, protegiéndolos y socorriéndolos. Fundó hospitales para ciegos,
ancianos y enfermos.
Estableció
también carnicerías y hornos públicos.
Trajo cañerías de agua a la ciudad, mandando construir baños, fuentes,
acueductos y acequias, para regar y fertilizar la vega. De este modo reinaban
la abundancia y la prosperidad en su hermosa ciudad; sus puertas se vieron
abiertas al comercio y a la industria, y sus almacenes estaban llenos de
mercancías de todos los países…
… Aprovechó los intervalos de tranquilidad que la guerra le dejaba, para
fortificar sus dominios y pertrechar sus arsenales, protegiendo al mismo tiempo
las artes útiles, que dan a las naciones riqueza y poderío. Concedió asimismo
premios y privilegios a los mejores artistas, fomentó la cría caballar y de
otros animales domésticos, y la agricultura, aumentando la feracidad natural
del terreno, por su iniciativa, haciendo que los hermosos valles floreciesen
como el más bello jardín.
También
concedió grandes privilegios al cultivo y fabricación de la seda, hasta que
consiguió que los tejidos hechos en Granada sobrepujasen a los de Siria en
finura y belleza de producción.
Igualmente, hizo explotar las minas de oro,
plata y otros metales encontrados en las regiones montañosas de sus dominios, y
fue el primer rey de Granada que acuñó monedas de oro y plata con su nombre,
poniendo gran diligencia en que los cuños estuviesen hábilmente grabados…
…Comenzó el magnífico palacio de la Alhambra, inspeccionando
él mismo su construcción… y dirigiendo sus trabajos.
Aunque espléndido en sus obras y grandes empresas, era modesto en su persona y
moderado en sus diversiones. Sus vestidos no eran fastuosos, sino tan
sencillos, que no se distinguían de los de sus vasallos.
Pasaba la mayor parte del día en sus
jardines, y especialmente en los de la Alhambra, que había
enriquecido con las plantas más raras y las flores mas hermosas y aromáticas, y
allí se deleitaba en leer historias o haciendo que se las leyesen, y, en los
momentos de descanso, se ocupaba de instruir a sus tres hijos, a quienes había
proporcionado los maestros más ilustres y virtuosos…
…Conservó sus facultades intelectuales y su vigor hasta una edad avanzada…”
Alhamar y Fernando III 'el Santo'. Cerámica de la Plaza de los Coches
Modesto
Lafuente y Zamalloa, (1806 – 1866). Periodista, historiador y
escritor satírico, académico numerario de la Real Academia de la Historia:
«Tenía ben Alhamar eminentes dotes de
príncipe, y sabía regir con tino y prudencia su reino. En los años que disfrutó
de paz, antes y después de la muerte de San Fernando, hizo florecer las artes,
el comercio y la industria; merced a su protección tomó fomento la agricultura,
multiplicáronse los productos de la tierra, perfeccionáronse las manufacturas,
cultivábase con provecho la minería y recibieron considerable aumento las
rentas del Estado; con sabias leyes; y con premios y exenciones concedidas al
mérito y a la laboriosidad se estimubala a la aplicación a sus vasallos.
Las
letras tenían en él un protector generoso, erigiéndose escuelas, se fundaban
colegios, y los maestros y profesores eran anchurosamente remunerados; el
desarrollo intelectual marchaba al nivel de la prosperidad material: él mismo
visitaba los talleres, inspeccionaba las escuelas y colegios, examinaba el
estado de los baños públicos, entraba en los hospitales y se informaba
personalmente sobre el esmero o el descuido con que se asistía a los enfermos:
y el mismo que como soberano daba audiencia dos días a la semana
indistintamente a ricos y a pobres oyendo las quejas y las reclamaciones de
todos para fallar en justicia, se mezclaba modestamente entre los albañiles y
obreros que trabajaban en la construcción del gran palacio de la Alhambra.
Con un
príncipe de tan altas prendas, que por otra parte acogía favorablemente a todos
los refugiados musulmanes que a millares acudían cada día a su reino de las
ciudades conquistadas por las armas cristianas, el pequeño Estado granadino,
circunscrito a estrechos límites, pero rebosando de población y gobernado con
sabiduría recordaba el esplendor y traía a la memoria el brillo del antiguo
imperio de los califas».
Monumento erigido al rey Alhamar en mayo de 2001,
obra del escultor granadino Cayetano Aníbal González
Miguel Lafuente
Alcántara, (1817 -1850). Abogado, político e historiador español,
académico de la Real Academia de la Historia. Caballero de la Orden de Carlos
III:
«El carácter y
costumbres de Alhamar pudieron servir de modelo a príncipes: afable en su trato
privado, era riguroso y enérgico desde el momento que montaba a caballo o
empuñaba la lanza al frente de sus escuadrones.
En campaña atendía más a la
seguridad y satisfacción de sus soldados que a su propio regalo y conveniencia:
frugal y económico en el arreglo interior de su palacio, desplegaba el lujo y
magnificencia de un príncipe asiático cuando tenía que presentarse a sus
pueblos con la investidura de rey.
Su gallarda figura, su animado rostro, su
perspicaz mirada, sus modales agradables, despertaban tanta simpatía como
respeto; su gentileza le granjeó mucha fama entre todos los caballeros moros y
cristianos; no se presentaba en la plaza del torneo, jinete mejor plantado, ni
se veía una lanza más segura, ni brazo más firme, para refrenar el caballo o
coger la mejor cinta; sereno en el campo de batalla, cargaba al frente de sus
soldados y sus armas eran las primeras que se teñían de sangre enemiga. Al
volver de sus gloriosas expediciones oraba en las mezquitas antes de pisar los
umbrales de su harén».
Detalle del monumento dedicado al rey Alhamar
Francisco
Pi y Margall, (1824 -1901). Político, ensayista e
historiador español. Presidente del Poder Ejecutivo de la I República.
«Reunía prendas
eminentes: en guerra era tan esforzado y fiero con los combatientes como
generoso con los vencidos; en paz, un rey para sus enemigos y un padre para su
pueblo. Verdadero creyente del Profeta, no olvidaba sus deberes religiosos ni
aun en la embriaguez de la victoria ; verdadero genio político de su época,
sabía sacrificar su orgullo en aras de la conveniencia política hasta el
extremo de ir a pelear personalmente en favor de un rey cristiano. Conocía los
tiempos en que debía guardar y desnudar la espada, el modo de excitar y acallar
las pasiones, los medios más eficaces para templar y halagar el carácter de sus
súbditos, la difícil manera de presentar humilde al monarca y magnífica y llena
de mágico esplendor la monarquía.
Más noble aún de corazón que de linaje no
reconocía necesidad a la que no atendiere, ni sufrimientos que no aliviase;
procuró mejorar constantemente el bienestar de sus vasallos...
Si manifestó
esplendidez, fue para el mayor prestigio de su trono, no para sí, que se
presentó siempre parco no sólo en el traje y en la mesa, sino también en su
harén.
Sentía gravar con tributos a sus pueblos; y no creyéndose digno de un
monarca exigirlos para sus placeres, no los aumentó sino para embellecer con
fuentes, baños, colegios y un palacio grandioso en esa hermosa ciudad que
eligió por silla de su imperio e hizo rival de Bagdad y de Damasco.
Quería ser más servidor que tirano de su pueblo. Le daba
audiencia dos días por semana en uno de los salones de su alcázar; llamaba a sí
jeques y cadíes para la resolución de los negocios del Estado y visitaba a los
pobres de los almarrestanes hasta en su lecho de muerte.
...Empezó acreditando
su valor enfrente de los muros de Martos..., reparó las fortalezas y organizó
su casa y reino ...
Reunió en torno suyo un senado de nobles y de ancianos,
fundó casas de asilo para la pobreza... Surtió de agua y víveres la ciudad,
labró en el campo acequias, fundó numerosas escuelas, abrió las puertas de su
palacio a la ciencia y a la poesía, protegió con mano generosa la industria y
la agricultura, no perdonó, al fin medio para mejorar el estado de su reino. Conociendo que las costumbres son la base de las leyes, procuró reformarlas y
recurrió para ello menos al mandato que al ejemplo; administró por sí su
patrimonio, dirigió la construcción de su alcázar, cultivó con sus propias
manos los jardines que crecían al pie de sus salones, enriqueció sin cesar su
espíritu, obedeció en público la voz del almuédano cuando le llamaba a la
plegaria, vistió humildemente, economizó las mujeres en su harén, desterró
lejos de sí la afeminación y el ocio, no perdonó sacrificio alguno ni por su
Dios ni por su Patria.
Deseoso de alejar del corazón de sus pueblos los temores
de un porvenir incierto y asegurar el triunfo de su dinastía, confió sus hijos
a sabios y virtuosos alfaquíes, les instruyó en sus horas de descanso y apenas
vió desarrollada el alma del que escogió por heredero de su corona le llamó
junto a sí para acostumbrarle a los negocios del gobierno, comunicarle los
secretos de su política, inspirarle sus sentimientos y hacerle aceptable para
su reino, presentándole como el espíritu que había de sobrevivir a su muerte».
Arjona quiso honrar su memoria con un
monolito, colocado en una planicie, al costado de la Plaza de Santa María,
cercano lugar de donde se supone nació Alhamar, y dando vista al horizonte
desde donde se descubren las tierras de Jaén y Granada y se suponen las de
Málaga y Almería, y al pie de la antigua mezquita.
Vista de la plaza dedicada al Rey Alhamar, con la torre de Santa María al fondo
La lápida que reproducimos, decía así: «Sólo Dios es
vencedor. Que la gloria corone la memoria de Mohamed Abu-Alhamar, nacido en
este lugar, en el año 591 de la Hegíra, de la noble familia de Beni-Nasar. Fue
alcaide y rey de Arjona, monarca de Guadix, Huéscar, Málaga, Jaén y Granada.
Edificó la Alhambra, plantó jardines, fundó hospitales y fomentó las ciencias,
las artes, la agricultura, el comercio y la artesanía. Fue piadoso, valiente y
noble. Murió en la batalla el 1273 (d. J. C .)».
Estela dedicada al Rey Alhamar
También se le
recordó con la fundación de una asociación de artistas y escritores, que tomó el nombre de su dinastia “ Los Nazaritas”, extendida a muchos pueblos de
la provincia y con representación en Granada, Madrid, Roma y París, y dedicada
al estudio de la historia y al fomento de las artes.
Dando
un salto en el tiempo, el antiguo Instituto de Bachillerato, le dio
oficialmente su nombre en 1983 hasta su unificación con el I.F.P. “Martín
Jimena” en el año 2000. La fusión de ambos centros de enseñanzas medias pasaría
a denominarse I.E.S. “Ciudad de Arjona”. Empero, las instalaciones del antiguo
Instituto, conservan desde entonces la misma denominación, Rey Alhamar, en cuyas dependencias se viene impartiendo
enseñanzas de I Ciclo de la E.S.O. y Educación Especial.
Cartela de cerámica colocada en 1990 en la fachada del antiguo Instituto de Bachillerato
Portada del comic sobre el rey Al-hamar, realizado en 1991 por Antonio
Ceacero Hernández, profesor entonces del C.E.I.P "San Bonoso y San
Maximiano". La obra, prologada por el ilustre escritor arjonero Juan
Eslava Galán, fue editada por el Ayuntamiento de Arjona al año siguiente
(1)El rey Alhamar había emparentado por
lazos matrimoniales con la familia de los Banu Asquilula, de la que eran
descendientes los gobernadores walis de Málaga, Guadix y Comares. Las
relaciones entre ambas familias no fueron fáciles, pero sobre todo
empeoraron tras la muerte de Fernando III, durante cuyo reinado coexistieron pacíficamente musulmanes y cristianos, merced a las treguas pactadas por ambos monarcas. Con la
sucesión de su hijo Alfonso X, se abrió una etapa de inestabilidad favorecida por una frágil política de alianzas que abocaba a inevitables cambios de aliados de unos y otros con relativa frecuencia.
En ese contexto, ambas familias, los Banu
Nasr y los Banu Asquilula, pasaban de las alianzas a los enfrentamientos según
vieran favorecidos o perjudicados sus propios intereses.
Parece ser que la designación de Alhamar
como sucesor del reino nazarí de su hijo Mohammad II y algunos nombramientos en
puestos de responsabilidad en el ejército a jeques benimerines del norte de África, terminó por
enconar a los gobernadores de los walinatos de Málaga, Guadix y Comares, que veían frustradas sus aspiraciones de alcanzar mayores
cuotas de influencia en el gobierno del reino nazarí.
En esa tesitura, éstos buscaron entonces el apoyo castellano e
iniciaron sucesivas sublevaciones y razzias que amenazaban los dominios del rey nazarita; la última de las cuales, la más
amenazadora, llenó de indignación a Alhamar que, desoyendo consejos y
advertencias, decidió castigarles poniéndose al frente de la expedición. No
pudo Alhamar alcanzar el campo de batalla, “a
pocas leguas se sintió indispuesto y el disgusto de la traición degeneró en una
convulsión fortísima y en un vómito de sangre que acabó con su vida. Expiró en
una tienda de campaña que se improvisó en la vega, en los brazos de don Felipe”.
Algunas fuentes aseguran que, en el fragor de la persecución, el rey anciano Alhamar cayó del caballo
produciéndole una congestión y vómito de sangre que le llevó a la muerte.
Fuentes:
- Imagen de portada: Busto en bronce del Rey Alhamar, obra del escultor granadino Cayetano Ánibal González.
-ANALES DE LA
CIUDAD DE ARJONA.
Santiago de Morales Talero. Madrid, 1965.
-LOS REYES NAZARITAS DE
ARJONA. Santiago de Morales Talero. Consejero de número del Instituto de
Estudios Giennenses.
-ARJONA: GALERÍA DE PERSONAJES. Antonio Rivas Morales. Granada, 2013.
-Wikipedia.
-Las imágenes del Rey Alhamar
pertenecen al archivo propio del Blog.
-La imagen del Escudo de Armas Nazarí, se ha tomado de Wikipedia.
-La imagen del monolito se ha tomado de la publicación de Dialnet LOS REYES NAZARITAS DE ARJONA. Santiago de Morales Talero.