Santuarios españoles populares
SIERRA
MORENA TIENE EN SU “CABEZA” EL CORAZÓN DE TODA ANDALUCÍA
Virgen de la Cabeza ,
¡quién pudiera ir
una
vez por septiembre
y
otra por abril…!
La copla
popular -arrullada por la guitarra, encendida por el amor, desgarrada por el
dolor o el recelo, vibrante y sublimada por el ímpetu de la fe ingenua y
comunicativa- lo dice todo en mi tierra. Fluye como los veneros de sus cumbres,
inflama como el sol de su cielo incomparable, perfuma como el oro licuado de
sus viñedos, atrae y cautiva como el dejo simpáticamente pegadizo y arabizado
de su parla característica, y pervive encantadora como la sugestión y misterio
de sus tradiciones y reliquias seculares.
Entre éstas
culmina, en férvido culto de hiperdulía, robustecido y generalizado, la
dilección entusiasta por la más alta y universal de sus imágenes y el más
renombrado y conmovedor de sus antiguos santuarios. ¡La Virgen de la Cabeza !
Su nombre
expresa la singularidad de su eminencia y el alma toda andaluza palpita,
sencilla, enternecida y genuflexa, en sólo cuatro versos de ansiedad religiosa,
que, como el Betis olivífero, peregrinan desde las crestas, contrafuertes y
lomas de su vertiente hasta las dilatadas marismas que van a dar en la
desembocadura de Bonanza, y que, avanzando, se confunden con la inmensidad. Por
tal explosión de espiritualidad sincera, el sentimiento colectivo irrefrenable
es, a un tiempo, canto y plegaria, suspiro y anhelo, confesión íntima y voz de
vehemencia empapada en lágrimas, con que habla, reza y desata allí su alegría
la región entera, en sus estupendas romerías de primavera y de otoño.
Mirador
incomparable y escala del cielo, en el empinado cerro de la Cabeza , y sobre las rocosas
lajas de sus calzadas se asienta y resalta, con su tonalidad ocre ya renegrida
por el sol y por el tiempo, el venerado y célebre santuario. Y desde aquellas
fragosas alturas en que Sierra Morena enarca sus hombros gigantescos y expande
su brava vegetación, se domina en perspectivas de maravilla inenarrables toda la Bética , que, prosternada
ante la Virgencica
medieval del pastor manco, bien ha podido ser llamada por ello la “Tierra de
María Santísima”.
_______
Desde la
milagrosa invención de la imagen, en el primer tercio del siglo XIII, ganó esta
singular devoción el corazón enfervorizado de las muchedumbres, y fue la ciudad
de Andujar, centro y hogar mayor de este culto, la primera que aclamó y festejó
reverente en sus calles a esta Virgen, bajada de la sierra en procesión, y la
que fijó, para la solemne romería anual de los pueblos al santuario, el postrer
domingo de abril. No quiso quedarse atrás Arjona, y no tardaron en sumárseles
las más importantes ciudades y pueblos
de treinta leguas en contorno, agrupándose presto en Cofradías de ufana y santa
“esclavitud”, en capitulaciones y constituciones especiales de piadoso concurso
y en aportación de insignias y lábaros, que, cual guiones de fe y júbilo
popular, rivalizaban cada vez más en riqueza y número, y enaltecían y difundían
la alteza y denuedo de esta espiritual cruzada.
Así, los
cronistas, que señalaban ya, a mediados del siglo XVII, cerca de un centenar de
Cofradías, que en las fiestas abrileñas subían al cerro de la Patrona , salvando las
asperezas de las trochas y pendientes montuosas y acampando como legiones
diversas de un ejército al pie de las calzadas del santuario, trazan con
pinceladas de viva realidad el cuadro pintoresco y emocionante de tal
solemnidad. “Es de ver –dicen- cómo los cofrades, alistados por pueblos y
ciudades, afluyen y avanzan, cara al cerro de la Virgen , con sus banderas,
pendones y estandartes ricos y costosos, bordados de oro y seda, y algunos de
pedrería sobre terciopelos y damascos de carmesí y otros diversos colores, que
no parece sino que a porfía cada año se aventajan unos a otros. Algunos son tan
grandes y tan cargados con el oro y bordados, que van dos o tres cofrades
asidos a las varas para poderlos llevar enarbolados en la fiesta y profesión, y
otros dos o tres más con guindaletas y cordones de seda, que los van
sustentando para que no venzan a los que mantienen en alto a aquellos”.
Con ser
muchas las casas edificadas, para alojamiento durante las fiestas, al pie y
enfrente de las calzadas del santuario, la extraordinaria concurrencia excede a
toda previsión y disponibilidad de un año para otro. Y así son tantos, que cuéntense
por centenares los cofrades que forzosamente han de acomodarse en tiendas de lona
muy grandes y capaces o en otras
improvisadas estancias, que no excluyen los mismos carros y coches en que hicieron la caminata ni los
hodiernos automóviles que hacen alto en los alrededores del arco de la plaza
del santuario, ofreciéndosenos en su conjunto el más pintoresco y animado
campamento, que, contemplado desde la meseta de cerro de la Virgen , al salpicado y vivo
fulgor de las innúmeras fogatas encendidas y esparcidas, semeja espejo inmenso
del cielo estrellado.
_______
No se
celebra ahora, como antaño, la feria franca tradicional que en torno al
santuario duraba ocho días, a la cual acudían “tantos mercaderes de platería y
otras mercaderías, con tal abundancia, que en aquel desierto sobraba todo y no
faltaba nada”. Pero ni en la heredada devoción de las multitudes, que suman
millares ni en su exaltado y desbordado júbilo, ni en los próvidos
mantenimientos que sobrepujan a todo cálculo, se echa nada de menos en la
extensión dilatada que cubre aquel ejército de fervientes romeros desde el día
antes de la fiesta renombrada.
De los más
distantes burgos y aldeas de entrambas Andalucías y de luengas tierras
castellanas pónense en movimiento con tiempo los ‘cucones’; y a los madrugadores
de las lejanías se van incorporando, al paso de la peregrinación por caminos y
poblados, las demás Cofradías romeras, que hacen gala de sus características y
divisas inconfundibles, Colomera toma la delantera a todas; cuatro días antes
del último domingo abrileño tremola su bandera e inicia la marcha al cerro de la Cabeza en jornadas de
entusiasmo reavivado que, haciendo escalas en Castillo de Locubín y en Jaén, va
acrecentándose y reclutando las legiones de devotas de la provincia hasta
Andujar, donde todos confluyen y de donde todos partes juntos en una ascensión
indescriptible para el santuario serrano.
En las
continuas vueltas y revueltas de camino
interminable que desde la antigua Iliturgis lleva a la cumbre de la Virgen , irrumpiendo por la
vegetación selvática de la sierra brava en un subir sin respiro, pasando por el
risueño y exuberante oasis de “las Viñas” de la altura para descender luego a
los desfiladeros y cauce delicioso del Jándula –paraje desde el cual, mirando
al cielo, se descubre con honda emoción la amorenada silueta del santuario que
señorea la altura-, y de allí, ascendiendo de nuevo hasta el cerro famoso, la
multitud peregrina, enfervorizada y alegre, avanza, y, sin desmayo de cuerpo
ni de espíritu, antes obsesa de divina
locura, toca el término de su renovada romería, que es como poner pie en la
bíblica tierra de promisión de sus anhelos.
El sábado
anterior a la fiesta acuden a Vísperas al templo todos los cofrades, llevando
sus estandartes, banderas y pendones entre vítores y músicas; y como la iglesia
es pequeña para contenerlos a todos, por grupos, por pueblos han de ir turnando
en el desfile. Y no bien salen del templo por su orden, cuando, deteniéndose a
poco trecho, van tremolando las banderas en porfía de quienes lo hagan mejor,
para lo cual procuran en tal día designar a los de mayor fuerza y destreza de
cada Cofradía, dando la muchedumbre romera
voces y entre aplausos la victoria a quienes hayan aventajado a los
demás.
Vista de las casas de Cofradías a pie del Cerro (1929)
Sábado y
domingo van turnando las Cofradías en las fiestas que se suceden, y cada canto
y rezo termina con vítores de frenético entusiasmo dentro de templo.
Tras la
función solemne del domingo (día 28 este año), día grande de la fiesta mayor,
que corresponde a los cofrades de Andújar, la imagen de la Virgen , engalanada con sus
más ricas vestiduras y alhajas, coronada de oro, como su divino Hijo, y
circuída de su opulento y refulgente nimbo, es puesta por los capellanes de su
culto sobre el regio pedestal y andas de plata, que, dispuestas y aderezadas al
efecto, llevan a hombros más de 40 cofrades andujareños hasta las puertas del
santuario, donde la recibe la
Cofradía de Arjona, de la cual pasa a las de los otros
pueblos allí representadas, a medida que la procesión va desfilando por entre
las peñas de las calzadas, en que cada Hermandad forma ordenadamente con sus
rótulos y emblemas.
Del amor de
aquel pueblo a su Patrona son espléndido testimonio las graníticas estelas de
su Rosario Monumental, que, robustos hitos de encendida devoción y arte, se
asientan elocuentes en las calzadas desde agosto de 1928, en que una Junta de
damas aristocráticas andujareñas, presidida por la noble y venerada condesa de
Gracia Real, poniendo en obra la iniciativa de Alcalá Venceslada, ilustre
escritor jaenés, las inauguró solemnemente e hizo bendecir por el prelado
diocesano en la inolvidable procesión nocturna de las Antorchas, digno
coronamiento jubilar del VII Centenario de la Virgen adorada.
RODOLFO GIL
Fuente: Texto y foto interior tomados de ABC, edición del 28-4-1929.
Foto de portada: Autor: Caño Martínez. Tomada de Canal Romero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario