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jueves, 21 de agosto de 2014

El Santuario de las Reliquias de Arjona. (1635-1934) Breve aproximación histórica


      El hallazgo los días 12 y 13 de octubre de 1628 de numerosos restos óseos al pie de las murallas de Santa María, algunos de ellos atribuidos a los jóvenes Bonoso y Maximiano, martirizados  el 21 de agosto de 308 por orden del Prefecto de las Españas, Publio Daciano, originaría  una verdadera conmoción entre los habitantes de la entonces villa de Arjona, y propiciaría, en el contexto de la sociedad barroca del primer tercio del s. XVII, un intenso movimiento religioso que se propagó en cuestión de unos días, primero, por las poblaciones vecinas de Higuera de Arjona (27 de octubre), Villanueva de Andújar (28 de octubre) y Escañuela (29 de octubre), y poco después  a Torredonjimeno e Higuera de Martos (ambas el 28 de diciembre), Martos (17 de enero de 1629) y Santiago (25 de enero),  irradiando más tarde por distintos puntos de las provincias de Jaén, Córdoba, Granada y Málaga. 
      Todas estas poblaciones solicitan del vicario de Arjona un lugar de la plaza de Santa María donde poner una cruz,  se constituyen en cofradías para hacer fiesta solemne anual a los Santos, y asistir a la procesión, cada 21 de agosto con sus estandartes e insignias. 
     La construcción del edificio de Santuario
      La multitudinaria llegada de peregrinos a Arjona en esos primeros años para visitar las santas reliquias expuestas en Santa María llevó a las autoridades a decidir la erección de un santuario o iglesia donde pudieran custodiarse y recibir culto debidamente.
      “Será Dios servido, –escribiría el Cardenal Moscoso y Sandoval, a la sazón Obispo de Jaén, el cuatro de mayo de 1633- vaya yo presto a Arjona para que hagamos luego a los Santos Bonoso y Maximiano alguna capilla, donde poder decir misa y encomendarse a los Santos los que llegaren al santuario con la devoción que se merece”.
       Elegido el lugar, las inmediaciones de la ermita de San Nicolás, comienzan el treinta de septiembre de 1635 los trabajos de replanteo del terreno y derribo de tapias. Dos días después,  el 2 de octubre, comienza la apertura de zanjas para la cimentación.
       Desestimado, empero, ese primer emplazamiento, se elige un nuevo sitio por considerarlo más idóneo: “el lugar donde se descubrieron las primeras reliquias, a continuación de la puerta de Alcázar, ‘arrimada a la muralla sobre el antemuro’, entre la torre de la Vela y la del Rastrillo o Santos”.
      Durante cuatro años permanecieron paralizadas las obras, un retraso  quizás  motivado también, además de por la razón aducida más arriba, por la falta de arquitecto que las dirigiese, hipótesis más que plausible si hacemos caso al fragmento de la carta que el Cardenal-Obispo de Jaén dirige desde Baeza el 30 de septiembre de 1639 al Arcipreste de la villa de Arjona en estos términos: “… no se dilate (la obra) por falta de maestro mayor. Se vuelve el Dr. Ramírez por Jaén con orden para que parta luego a disponer la traza”.
      Apenas unos días después, el 8 de octubre, el prelado cursa un nuevo mensaje apremiando con la máxima diligencia, una vez superado el escollo de la dirección de las obras, a la reanudación de los primeros trabajos en el nuevo espacio elegido.
      El despacho dado en mano al mismísimo arquitecto para su entrega al Arcipreste de Arjona es suficientemente explícito. En él se indicaba textualmente el siguiente mensaje: “Esta carta lleva el maestro mayor para el Sr. Arcipreste y señor Dr. Botija que como son tan amigos y también míos quiero decirles cómo lleva ya la traza y resolución de lo que se ha de ejecutar y que conviene mucho abrir las zanjas con toda brevedad y pues hay mezcla hecha y piedra junta, se comenzará a fabricar antes que llueva y no se pueda pasar adelante y en la carta que escribo a la Universidad digo como doy licencia para que se trabaje los días de fiesta.”
      En ese sentido, el 12 de noviembre de 1639 comenzaron por fin los trabajos con el derribo de la torre de los Santos y, a su término, se inició la cimentación de los terrenos el día 23, enterrando en una caja de plomo y otra de piedra un pergamino con la inscripción: “+ J.H.S. D. BONOSO ET MAXIMIANO  sub praeside Daciano Urgavonae martyrium vallis eade Urgavona tanque suis tutelari 69 templum erigit consacrat dicathoe quis ergo anno de 1635 Eclesia modernote urbano Papa 8 christianorum imperium Ferdinando 2 Hispaniam regna Philip 4, et episcopabum giennense D. Balthasare de Moscoso et Sandoval S. R. E. titulo S. Crucis Hierusalem presbitero Cardenali.”
Imagen del Santuario hacia 1912
       Las obras fueron dirigidas por el Maestro Mayor (arquitecto) Juan de Aranda Salazar, (Castillo de Locubín, 1605 - Jaén 1654), llamado por el Obispo de Jaén, D. Baltasar Moscoso y Sandoval en 1634 para encargarle la continuación de las obras de la catedral, proyectada por Andrés de Vandelvira, (obra suya fueron las capillas del testero, Presbiterio, portada septentrional y Cúpula),  lo que le valió gran renombre y la intervención en numerosas construcciones, como la propia del Santuario de Arjona.
       Bartolomé de Moya, contratista de las obras de la Ermita, quedaría obligado a llevarlas a término, según subasta celebrada en Jaén ante Antonio Ribera, por el precio de nueve mil trescientos reales. Por aquel entonces se retribuía al maestro albañil con siete reales y tres, los peones.
      Parece fuera de toda duda el interés y preocupación del entonces Obispo de Jaén por la marcha de la obra. A tenor del intercambio epistolar que mantuvo en aquellos años conocemos que en septiembre de 1642 recaba información sobre el estado de las obras, interesándose, en esa dirección sobre si para entonces se “ha comenzado a sentar (levantar) la portada”; incluso en mayo del año siguiente envía a Arjona a P. Fray Luis de Barcelona para conocer de primera mano la evolución de aquella construcción y a interesarse por las posibles necesidades “que hubiese que advertir en la fábrica”. 
       Hacia 1642, se habían utilizado 18.000 ladrillos de Arjonilla, 42 cahíces de cal y 6.000 adobes, más las carretadas de piedra de Santiago de Calatrava necesaria, que importaron 6254 reales. Los gastos de estas primeras obras alcanzaron los 388.890 maravedíes.
Imagen del lado este antes de la colocación de los pilares de refuerzo
      El Cardenal Moscoso y Sandoval había entregado ya de sus rentas de 1629, 2126,6 ¼ fanegas de trigo y 19 ½ fanegas de cebada, “más bastantes libranzas de dinero entregadas por el dicho cardenal que no se determinan ‘por no haber instrumentos ni la quenta que se tomó al depositario’.”
      De limosnas de los fieles, aparecen recibos por valor de 564.473 maravedíes.

      Las inscripciones latinas
      Parece obvio que a la altura de 1644 se había levantado ya el muro norte de la planta inferior del Santuario con su portada plateresca y ventanales pues se colocan ese mismo año,  sufragadas por el pueblo, las dos inscripciones latinas que aparecen rotuladas en piedra sobre las ventanas próximas a la portada y a la espadaña del templo, con la intención de perpetuar en la memoria colectiva el proceso del martirio y el posterior hallazgo de las reliquias de los dos jóvenes de la milicia romana, declarados patronos de la villa de Arjona por la primera autoridad diocesana el 14 julio de 1628 y, cinco días después, acogidos oficialmente como tal por el Concejo y el vecindario.
      Traducidos del latín al castellano ambos epigramas vienen a decir lo que sigue:
      INSCRIPCIÓN PRIMERA:
Inscripción primera
    “A LOS SANTOS BONOSO Y MAXIMIANO, POR PUBLIO DACIANO, PREFECTO DE LAS ESPAÑAS, MARTIRIZADOS Y CUYOS CUERPOS FUERON REVESTIDOS UNA NOCHE EN ESTE LUGAR CON CELESTIAL RESPLANDOR Y SEPULTADOS CON SIGILO, Y POR ÚLTIMO EN EL PRESENTE SIGLO, ILUMINADOS CON MILAGROSOS, FRECUENTES Y BRILLANTES FULGORES QUE MOSTRABAN EN EL AIRE SIGNOS TRIUNFALES DE CRUCES, Y POR DIVINA INSPIRACIÓN ENCONTRADOS DESPUÉS DE MIL TRESCIENTOS VEINTE AÑOS. POR ESTOS Y OTROS DONES AUGUSTÍSIMOS Y DIVINÍSIMOS, ANTE LOS CUALES QUEDÓ SORPRENDIDA LA MENTE HUMANA, EL EMINENTÍSIMO Y REVERENDÍSIMO DON BALTASAR DE MOSCOSO Y SANDOVAL, PRESBÍTERO CARDENAL DE LA SANTA IGLESIA ROMANA DEL TÍTULO DE LA SANTA CRUZ DE JERUSALÉN, EN EL AÑO 25 DE SU EPISCOPADO DE JAÉN, POR VOTO DE SUS HIJOS A AQUELLOS A QUIENES SE DEBEN MAYORES Y MÁS AUGUSTOS DONES, PARA ALABANZA, HONOR Y JUSTA VENERACIÓN Y PARA MEMORIA DE ELLOS, CON GRAN PIEDAD, ERIGIÓ TEMPLO Y ALTARES, CON DEDICACIÓN DEL OBSEQUIO EN EL AÑO DE CRISTO DE 1644  Y  24 DEL REINADO DE FELIPE IV , REY DE LAS ESPAÑAS. EL SENADO Y EL PUEBLO DEL MUNICIPIO ALBENSE URGAVONENSE ARJONENSE A SUS FORTÍSIMOS E INDULGENTÍSIMOS PATRONOS, FELICES Y SIEMPRE INVICTOS, POR VOTO DEDICÓ ESTA PIEDRA CON INSCRIPCIÓN”

      INSCRIPCIÓN SEGUNDA:
Inscripción segunda
    "A LOS BIENAVENTURADOS DEL DIOS ÓPTIMO MÁXIMO, SANTÍSIMOS Y TRIUNFADORES DE LA IMPÍA REBELIÓN DEL PREFECTO ROMANO DE SEVILLA, EN LA GUERRA CIVIL DE ANDALUCÍA, MILITANDO BAJO LAS BANDERAS DE LOS EMPERADORES, CUANDO APENAS HABÍAN SALIDO DE LA PUBERTAD, Y ADEMÁS TRIUNFADORES DEL PRÍNCIPE DE LAS TINIEBLAS Y DE LOS MISMOS EMPERADORES DIOCLECIANO Y MAXIMIANO, EN LA DÉCIMA PERSECUCIÓN GENERAL CONTRA LA IGLESIA DE DIOS, BAJO EL PODER DEL PREFECTO DE LAS ESPAÑAS, PUBLIO DACIANO, EL 21 DE AGOSTO POR EL AÑO DE CRISTO DE 308, A LAS TRES DE LA TARDE, SIENDO BONOSO DE 20 AÑOS Y MAXIMIANO, SU HERMANO, DE 18 AÑOS DE EDAD, FUERON CORTADAS SUS CABEZAS, VENCIENDO GLORIOSAMENTE POR LA FE DE CRISTO, DESPUÉS DE SUFRIR ESTRECHA CUSTODIA EN LA CÁRCEL Y ATORMENTADOS CON SED CONTINUA EN LA MITAD DEL ESTÍO Y CON EL SUPLICIO DE LA TRÓCLEA.
    Y EN ESTE MISMO SITIO Y LUGAR, DONDE SE CREE CONSIGUIERON LA PALMA DEL MARTIRIO, SUS CUERPOS SAGRADOS, QUE YA HABÍAN SIDO NEGADOS POR EL PRESIDENTE A LOS PADRES DE LOS MÁRTIRES, NATURALES DE LA COLONIA ILITURGI FORO JULIA, LLAMADA ANDÚJAR HOY, EN SECRETO SEPULTADOS POR CIERTOS SOLDADOS CRISTIANOS QUE SALIERON POR LA NOCHE CON CAUTELA DE ESTE ALCÁZAR, AL VER DICHOS CUERPOS REVESTIDOS DE UN RESPLANDOR ESPECIAL. EL MUNICIPIO ALBENSE URGAVONENSE A SUS INDULGENTÍSIMOS PATRONOS DEDICÓ TEMPLO Y ALTARES Y ESTA PIEDRA E INSCRIPCIÓN POR DECRETO DE LOS DECURIONES” 
       Aunque en la portada del templo que mira a la Plaza de Sta. María aparece grabada la fecha de 1659, las obras, sin embargo, no habían finalizado a la altura de 1668, según se recoge en un acuerdo del concejo municipal fechada el 23 de julio de dicho año,  si bien se confirma ya “que la iglesia estaba abierta al culto y que en la casa, hoy del santero, vivía el vicario y juez eclesiástico de Arjona, el licenciado Francisco García del Valle”.
       La conclusión definitiva de las obras del Santuario, a tenor de la inscripción que aparece en la base del retablo construido en la planta inferior del edificio, no llegó a producirse hasta justamente el 18 de agosto de 1672.
     Descripción de las portadas y el retablo
      A la planta superior se accede desde la Plaza de Santa María, a través de una puerta flanqueada por dos pilastras cajeadas, característica del renacimiento tardío, y rematada por un sencillo arco de medio punto apoyado en impostas.
      Del entablamento arranca el segundo cuerpo, cuya pieza principal lo constituyen dos hornacinas enmarcadas en piedra moldurada cruciforme que en sus bases laterales exteriores ofrecen el detalle de dos relieves labrados en espiral.
Portada de acceso al santuario desde la Plaza de Sta. María
       Aranda Salazar dejó estipulado en su informe de arquitectura redactado en 1640, la colocación en ambas hornacinas de sendas figuras de piedra, de dos varas de altura (167  centímetros), aunque no entraba en detalles sobre el aspecto formal que deberían tener las estatuas dedicadas a los Santos Mártires.
      Tal vez, esta indefinición fue la causa principal de que, a la postre, transcurriese el tiempo y el santuario se diese por finalizado en 1659, sin llegar a realizarse en piedra las efigies de los Santos Patronos. 
      Coronan esta portada un frontón rebajado, que alberga en su tímpano el escudo del obispo impulsor del santuario,  rematado con dos pináculos que arrancan de sus rebordes superiores y una cruz labrada en piedra en el vértice. 
      En relación a la planta del cuerpo superior es de una sola nave cubierta con bóveda de cañón con lunetos y pilastras arquitrabadas que sostienen arcos de medio punto.
      En su altar mayor se colocaron las imágenes de los Santos Bonoso y Maximiano, en otro altar lateral, en pintura, los también mártires y Santos Apolo, Isacio y Crotas.
      En el piso inferior se horadó una cámara para ser vista desde fuera, a modo de cripta, con acceso al Cementerio de los Mártires,  creado con el fin de dar consistencia a la construcción.
Portada de acceso desde el Paseo de los Mártires
      En su exterior aparece una portada característica del plateresco tardío y dos inscripciones con artísticas molduras labradas en piedra, a las que ya nos hemos referido con anterioridad.
Los pilares que flanquean el vano están constituidos por grandes sillares  labrados con sobrias y sencillas cenefas que contrastan con la minuciosidad de la decoración del dintel, difícil de apreciar por la huella que ha dejado en su estructura a lo largo de más de tres siglos los rigores del clima.
        Con idénticos elementos decorativos a la portada renacentista, a excepción de la cruz, el frontón rebajado completa este conjunto arquitectónico porticado.


Detalle de la decoración del dintel
        En su interior se edificó un retablo de yeso policromado de indudables resabios colonialistas. En ese recinto “dos de sus vanos tenían como finalidad la de albergar los Relicarios de San Bonoso y San Maximiano”. Las obras del atípico retablo que preside la Cripta finalizaron el 18 de agosto de 1672.
         Realizado en yeso policromado, se trata de un cuerpo rectangular coronado por decoración vegetal que se adapta a un rebajadísimo semicírculo. El retablo consta de un único piso de tres calles separadas por cuatro columnas de esquemático capitel y fustes espigados en zig-zag. En ellas abren vanos rectangulares, dedicados a guardar los relicarios de los mártires, más bajos en los laterales para dejar espacios  a tondos superiores.
        En la calle central, remata el vano una moldura arqueada de la que pende una corona entre ondulante decoración: una moldura superior, muy fina, enmarca todo el vano y se modula por encima de los capiteles. Solo la cornisa separa el cuerpo del mencionado acabado.
         Si extraña resulta la ruptura del hipotético entablamento, más aún lo es la decoración: foliada y amplia, biselada y muy profunda, convierte a ésta en una obra exótica de indudables resabios coloniales.
Retablo realizado en yeso policromado
       En el banco puede leerse la inscripción que sigue y la fecha de su ejecución:
“A ONRA Y GLORIA DE DIOS NR. SEÑOR Y DE LOS SANTOS MÁRTIRES, SE ACABÓ ESTA OBRA SIENDO OBISPO DE JAÉN EL ILMO. SR. D. ANTONIO FERNÁNDEZ DEL CAPO ANGULO Y BELASCO Y BICARIO EL MAESTRO D. SEBASTIÁN SALIDO HERBAS” (izquierda), “Y PRIOR DE SANTA MARÍA EL LD. JUAN FRANCISCO DE UTRERA Y CÉSPEDES Y MAYORDOMO D. LUIS MONTESINOS PÉREZ. 18 DE AGOSTO, AÑO DE 1672”. (derecha).

      Así mismo, el santuario alberga el Museo de los Santos, en el que se expone buena parte del patrimonio y enseres de la Hermandad.

      Reformas posteriores
      Parece lógico colegir que con el transcurso de los años, el edificio fuera objeto de pertinentes y necesarias obras de conservación y mantenimiento, ejecutadas tanto en los muros del edificio como en el retablo y en las dependencias alojadas en su interior. Gracias a testimonios documentales se ha podido conocer con precisión las fechas en que se llevaron a cabo algunas de esas intervenciones.
        Así, por ejemplo, el cinco de agosto de 1698, a petición del señor fiscal, el Concejo de la villa toma la decisión de colocar “en los escudos que hay en blanco en el Santuario de los Santos Patronos, sin la menor dilación, las reales armas de la Mg. Católica, Universal Patrono en todos los reinos y las de este Concejo”. Concretamente, la  medida hacía referencia  a colocar en las tarjetas instaladas en el remate del retablo los escudos de armas del Rey (la Corona Real orlada con el toisón y sus divisas reales) y el escudo de la villa de Arjona, asunto del que se da cuenta de su materialización en el acuerdo adoptado en posterior reunión del cabildo.
         Casi ocho décadas después, en 1777 , el Concejo destina los beneficios de “unos regoxijos públicos de toros” celebrados con motivo de la Fiestasantos de aquel año, (después de pagar andamiada, operarios, chulos, toros, etc, quedó un sobrante de 7.000 reales) a la erección de un “altar, presbiterio, enlosado, escalera y basa del púlpito, de jaspe encarnado”. La disposición del cabildo, previsoramente, se reservaba el derecho, en caso de que dicha partida resultara insuficiente, para “arbitrar el medio o medios que tuviese por bien más conforme para que lo produzca”, bien con nuevos regocijos en años posteriores o con aquellos medios que se considerasen oportunos. Varios meses después, el 28 de diciembre, se adopta el acuerdo de colocar en dicho altar una baranda de hierro por “maestro inteligente que la fabrique, bien de esta villa como fuera de ella”.
       El 25 de septiembre del año siguiente se acomete la construcción del camarín con su pertinente lumbrera. Por las cuentas de la obra, se sabe que fue dirigida por el maestro Rueda ascendiendo sus gastos totales, que incluían  los costos de tres rejas, la veleta y los clavos utilizados a 945 reales más otros 66 por los cristales de la linterna. La obra se dio por finalizada el 19 de septiembre de 1779.
Camarín
       Pocos años después, en 1792, el Visitador del Obispado de Jaén, D. Juan Antonio Monasterio formula una petición al Concejo de la villa para que demuela el atrio o capilla despoblada que llaman de los forasteros, levantada en los años posteriores al descubrimiento de las reliquias en uno de los extremos del Cementerio de los Santos, justo en una zona del antemuro que, por su estado ruinoso era de fácil acceso para todo el mundo y que con su construcción quedaba cercado, habilitándose aquella con una entrada revestida con un tejadillo para resguardo de los centinelas. Ahora se pretendía derribarla “no solo para quitar la fealdad que causa dicho sitio, sino también por los escándalos y otros inconvenientes que se han originado en dicho atrio”. La propuesta diocesana fue acogida favorablemente por el cabildo arjonero que aprobó su demolición.
       El camarín sería objeto de una importante restauración llevada a término en 1860, siendo alcalde de Arjona D. Rafael de Morales y mayordomo de la Hermandad D. Bartolomé Lópiz. Las obras emprendidas entonces en el trasaltar supusieron un montante de 11.775 reales y 8 maravedíes.
       No tenemos referencias de nuevas obras hasta 1912, en que siendo alcalde de la ciudad D. Francisco Talero se emprende una importantísima intervención ante el lamentable estado de ruina que presentaba la estructura del edificio, muy baqueteado por la actividad sísmica –de especial virulencia y destructividad fueron los acaecidos en noviembre de 1755 y diciembre de 1884 que dejaron cuantiosos daños materiales en las infraestructuras y edificios de la localidad- y los temporales en las épocas de lluvias que, como es lógico, influirían en el deterioro del templo.  
Vista oriental del  Santuario en la actualidad
       De todas las obras que se acometieron sólo conocemos la colocación de los dos contrafuertes en la fachada oriental para reafirmar su estructura. 
       También se promovió para recaudar fondos una activa campaña emprendida en la prensa por D. Pedro Alejandro Ruano Prieto, que contribuyó a concienciar a todo el vecindario que se apresuró a colaborar a través de  suscripciones populares a la reparación del edificio.
La crónica de la época también recoge la labor del regidor de Arjona en aquel entonces, D. Francisco Talero, que según se indica ‘no descansó un momento hasta ver terminadas las obras’.
        El día de su inauguración, el marmolejeño D. Julián Castilla,  párroco de San Martín,  en un momento de su intervención afirmaría que ‘si Roma es grande por poseer los cuerpos de S. Pedro y S. Pablo, Arjona lo es por guardar los de S. Bonoso y S. Maximiano".
      Imágenes de la época, muy probablemente próximas al citado año, nos permiten conocer la fisonomía de las fachadas sur y este del santuario y la mayor inclinación de las cubiertas de la iglesia y la casa del santero.
      Y finalmente en 1928, con motivo de los fastos conmemorativos del III Centenario, se realizaron nuevas obras costeadas por D. Pedro Alejandro Ruano Prieto por valor de 6111.58 pesetas y seis años después, en 1934, el mismo señor acometería obras de ‘reparación y ornato’ en el Camarín y Sacristía del Santuario, donando además diversos enseres y objetos de culto.
Campanario levantado en ladrillo

    BIBLIOGRAFÍA:
    ANALES DE LA CIUDAD DE ARJONA. Autor: Santiago de Morales Talero. Madrid, 1965.
    ARJONA: HISTORIA, VIDA Y PAISAJE. Autor: Manuel A. Cardeña Perales.
    UN EPÍGONO DEL CLASICISMO EN LA BAJA ANDALUCÍA, JUAN DE ARANDA SALAZAR. Autor: Pedro Galera Andreu.
    ANDALUCÍA, TURISMO DIGITAL.  Primer diario europeo de información turística.
     PROGRAMA DE FIESTASANTOS 2008. “LÁPIDAS de PIEDRA en HONOR DE LOS SANTOS MÁRTIRES DE ARJONA. LUIS CORDÓN CORTÉS, párroco de Ntra. Sra. de la Cabeza de Huesa.
      EL RETABLO EN JAÉN. (1580-1800). Autora: Mª Luz de Ulierte Vázquez. Ayuntamiento de Jaén. 1986.
      REVISTA DON LOPE DE SOSA, dirigida por D. Alfredo Cazabán, Cronista de la Provincia de Jaén. Abril, 1913.
      SANTUARIO DE LOS MÁRTIRES DE ARJONA. AUTOR: Basilio Mártinez Ramos. Edita: ANTONIO RIVAS MORALES GRANADA 2000.
     La foto del Camarín se ha tomado  del libro ARJONA, CUNA DEL REY ALHAMAR. Autor: Manuel Antonio Cardeña Perales. 1997.



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