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martes, 24 de abril de 2012

Retratos de romería (IV)


    ‘Romería de la Virgen de la Cabeza’ de Alfonso Delgado Castilla, artículo de prensa que apareció en 1928, pone el acento en los prolegómenos de la fiesta y  recrea el ambiente previo a la subida al cerro, escenario del evento que describe con una brevísima alusión.
    (…) No hay en España romería que se iguale a pueda compararse a la de nuestra Virgen de la Cabeza, ni en importancia, y grandiosidad, ni en la gracia y alegría, que es el sello típico de las mujeres de ojos negros y chispeantes, de tez morena y… ¿para qué decir más?, si hasta nuestra Virgen es morenita, para no desmentir la tierra en que se apareció.
    Esta fiesta de la Virgen de la Cabeza del último domingo de abril, anunciada dos domingos antes, salía la Cofradía con sus cetros y banderas, acompañada de una de las bandas de música, y después de oír misa en la Capilla de la Virgen, iban por calles y plazas, por mañana y tarde, haciendo lo que se llamaba la “publicación de banderas” al son de la música, y parándose en algún altozano, donde los banderistas hacían alarde de sus puños haciéndolas revolotear.
    El jueves de romería volvían a salir para el “convite de hermanos”, y la música y abanderados, parábanse un momento en la casa de cada uno de éstos, y por la noche tocaba también la música en la ermita de la Virgen que la ponían iluminada con unos cuantos farolillos, y la calle Ollerías veíase muy concurrida esa noche, que servía de paseo a la gente joven.
    El viernes, a las cuatro de la tarde, salían la Hermandad y Autoridades de Andújar a la Puerta de Madrid a recibir las cofradías de Linares, Bailén, Sabiote, y enseguida se trasladaban al otro lado del Puente a recibir a todas las demás, que eran casi unas treinta, de las que recordamos: Colomera, Martos, Jaén, Alcalá la Real, Arjonilla, Puertollano, Lopera, Arjona, Torredonjimeno, Marmolejo, Higuera de Calatrava, Castillo de Locubín, Mancha Real, Menjíbar, Villanueva de la Reina, Alcaudete, Santa Fe y otras varias. La entrada de estas cofradías era verdaderamente pintoresca, y el puente ofrecía una brillante perspectiva, con una doble fila de sillas a derecha a izquierda, donde sentadas, centenares de mujeres hermosas lucían su belleza, aglomerándose detrás del gentío, que invadía toda la anchura del puente para presenciar el desfile y darles la bienvenida a los romeros. Todas las cofradías traían sus banderas desplegadas y tambor, y muchas sus músicas, los cofrades venían a caballo, incluso las mujeres que sentadas en sus sillas o jamugas cabalgaban en mulos o borricos.
    En la noche del viernes no se podía transitar por la calle Calancha, donde se situaban una porción de tiendas de feria, con juguetes y mil bagatelas, no faltando nunca la platería de los espejos de Córdoba, y los velones y almireces, y muchos puestos de turrón, avellanas, cañaduz, y pitos de barro. No se podía dar un paso con tanta aglomeración de  forasteros, y había un ruido infernal de la chiquillería, que con pitos y carracas atronaban el espacio.
    Desde el amanecer del sábado, las notas musicales de la diana llamaban a los romeros para ir organizando sus cofradías, y a eso de las nueve de la mañana, emprendían la marcha con el mayor orden, entusiasmo y alegría para el Cerro, desfile que era más vistoso y pintoresco que a la entrada.
    En toda la calle Pontanilla, que era la carrera, se agolpaba la gente, que de pie arrimados a las aceras, o sentados en dos o tres  filas de sillas presenciaban el paso de las cofradías. Era un cuadro éste lleno de vida, de lujo y esplendor. Los centenares de caras bonitas, los vistosos arreos de las cabalgaduras, las banderas de diversos colores, desplegadas y que rizaba el viento, el ruido de los tambores y el estampido de los cohetes, llenaban el espíritu de fervor y emoción, a la par que de envidia y tristeza, a los que presenciando este acto, por circunstancias especiales no podían ir al Cerro.
   Había la costumbre entonces, que  casi todos los cofrades traían algún arma de fuego para hacer salvas, y eran escopetas, lo mismo antiguas que modernas, retacos, pistolas y pistolones, y hasta trabucos, y durante el desfile hacían infinidad de salvas, sobre todo al pasar por delante del Cuadro de la Virgen, situado a la entrada de la calle Pontanilla. Muchos cargaban la escopeta de un modo formidable, pues tenían a gala el ver qué detonación era más fuerte.
    Había otra costumbre chabacana y de mal gusto, que por fortuna ya desapareció también, y era, el insultarse y el de darse bromas mutuamente, sobre todo los cofrades forasteros con los de Andújar, siendo a veces muy pesadas, y empleando frases mal sonantes, soeces y hasta groseras. Bien, pues nadie se incomodaba, la consigna era no enfadarse por nada ni en el camino, ni en el Cerro, donde se seguían dando toda clase de bromas, ya que muchos bebían más de lo debido.
    Al llegar a San Amancio, las cofradías hacían un descanso, mientras las señoras se cambiaban algo del traje, y se emprendía el camino de la sierra, hasta la subida de San Ginés, donde se almorzaba, y después otra etapa de camino hasta el Lugar Nuevo, donde muchos se detenían para comer algo, y observar la belleza exuberante de la sierra, y desde aquí se subía formando largos rosarios y caminando por aquellas laderas y cañadas, trepando por las alturas, buscando los atajos entre peñascos, lentiscos, adelfas, jaras y tamujos, hasta el Cerro de la Cabeza, en cuya cúspide se eleva el famoso Santuario…
    A la llegada al Cerro, el toque de vísperas llamaba a los fieles, y después se rezaba el Santo Rosario.
    Al llegar la noche, se encendían multitud de hogueras por todas partes…
    A la una de la madrugada empezaban las misas de las cofradías… hasta las nueve de la mañana en que formaban en la escalera de entrada al Templo por orden de antigüedad los hermanos mayores de las cofradías para besar el manto de la Virgen… Salía la Procesión. La Virgen iba colocada en unas andas muy grandes, y lo menos cien hombres, formando una cadena, la sostenían para subir por aquellas calzadas; encima iban dos sacerdotes, que tocaban sin cesar a la Virgen centenares de estadales, rosarios, estampas y medallas”.

HISTORIA DE ANDÚJAR. Volumen II. Edita. Ayuntamiento de Andújar. Área de Cultura. 2009. CAPÍTULO: LA POPULAR TRADICIÓN RELIGIOSA DE LA ROMERÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CABEZA. Autor: Francisco Fuentes Chamocho.
 Foto: Pertenece a Semana Santa de Arjona.

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