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sábado, 21 de abril de 2012

Retratos de romería (III)


    En 'Retratos de romería' reproducimos el artículo de prensa que en 1850 escribió el andujareño García-Negrete y Mariscal. En esta ocasión, el autor fija su atención esencialmente en el análisis de los diferentes estereotipos psicológicos que, a su juicio, coexistían entre el abigarrado paisaje humano que se daba cita en el cerro más visitado de Sierra Morena.
   “(…) La multitud de concurrentes a esta fiesta notable, puede dividirse, sin querer ser ingeniosos, en hermanos o cofrades, devotos verdaderos, devotos exagerados y curiosos. Los primeros se distinguen por la Banda encarnada que a modo de tahalí colocan sobre sus mejores vestidos. Rara vez estos cofrades participan del general bullicio: se divierten como los demás cuando llega el caso, por supuesto, dentro de su círculo; satisfechos de que son “cofrades”, aunque tengan las mismas flaquezas que los “demás hombres”, procuran no dar a éstas el ensanche que en otras circunstancias menos dignas, y se portan como que edifican; o si no lo aparentan.
   Los segundos, verdaderos devotos, falange inmensa de infelices que, a pie desnudo y sufriendo cuantas privaciones pueden imaginarse, han salido del seno de sus familias, o van con ellas a dar gracias a la Reina de los Cielos por los favores que le han debido, o a suplicar a su maternal solicitud el consuelo de la pena que les aqueja, llevan pintadas en el semblante la piedad que los conduce al celebrado cerro, sin que tengan parte en los excesos de los demás.
    La tercera, es otra cosa; se compone de personas de todas clases, de todos los matices, de todas edades también; pero de una misma intención. Gentes, que bajo la apariencia de devoción, tienen el propósito de incomodar al prójimo por cualquiera circunstancia. Gente que grita, que distrae el recogimiento de los piadosos, que insulta, que se burla de todos, a quienes toman como objeto de su diversión y de sus caprichos con toda la desvergüenza que le da un “derecho” que nadie sabe donde le está consignado, ni se atreven a disputarle por temor de las consecuencias.
    Los “cuartos”…los “curiosos” son como un cuerpo añadido al anterior. Se compone de una clase de viajeros jóvenes y simpáticos, conocidos por los “desertores”, que hacen su partida contra la voluntad de sus tutores o padres, sin más fin en la romería que divertir los cinco sentidos corporales.
    Donde esta fiesta, mirada por la parte profana, más parece una “bacanal” que una celebridad religioso-cristiana, es a la entrada de Andújar, a la entrada y salida de los concurrentes, y en el mismo cerro. La noche del sábado al último domingo de Abril aquel desierto se convierte en una población numerosa; cada familia hace un hogar, y esparcidas las muchas luminarias que se encienden en la llanura y en el cerro mismo sin orden ni tiempo alguno hacen con las estrellas de que se vive en una región etérea…
    Morfeo no tiene autoridad alguna sobre aquellos habitantes; los párpados no se cierran aquella noche por la mágica influencia de su lira. Y los cantos “multísonos” que llenan el espacio, y las ocurrencias graciosas y desagradables que se oyen por doquiera, entretienen una necesidad tan indispensable de satisfacerse como el sueño. Se baila, se enamora, se seduce, se come, se bebe, se reza, se maldice, se blasfema, se disputa, hay heridos las más veces, muertes algunas, y nace el crepúsculo de otro día y viene la Aurora y se levanta el Sol, cambiando enteramente el espectáculo.
    Se oye misa; se oyen muchas misas, y todo aquel mundo que se entregó a toda clase de excesos, deja al parecer sus extravíos, sus dichos y su nada honesto lenguaje para aclamar a la Reina de los Ángeles al salir en procesión por aquellas calzadas, siendo digno de observarse su religiosidad, su entusiasmo y sus lágrimas.
    En aquel corto periodo no hay sino María Santísima de la Cabeza, que en andas, y metida en una especie de jaula se ofrece a la vista de un pueblo que la aclama si cesar, y que fija sus miradas sobre la infinidad de ciegos, mudos, informes y de cualquier modo defectuosos que van cerca de la Santa Imagen para esperar y pregonar “un milagro”. Entre tanto dos capellanes asidos a la jaula que contiene a la Virgen tocan sus vestiduras sagradas mil objetos distintos que los devuelven a los fieles, quienes los recogen con ansia y conservan con una fe que edifica.
    Concluida la procesión vuelve el caos, el carnaval, y ya no se recobra el juicio hasta que cada cual llegue a su propia casa, y ya nadie se acuerda de lo que pasó, sino es de que tiene algunos intereses menos en su capital, un motivo de temor en la salud y un “estadal” o “medida” que ofrecer al padre o tutor para que no riña, al amigo para que no se resienta, objeto amado para que lo cuelgue a su cuello o en el cabecero de su cama como prenda mixta de religión y de amor”.

Reseña biográfica del autor
Antonio García-Negrete y Mariscal, (Andújar, 1813-Jaén 1880). Político liberal, periodista y escritor. Ejerció la medicina como profesión. Fue director del colegio de Humanidades de Martos y alcalde de Jaén (1873). En 1850 publicó un artículo en la prensa de la época bajo el título “El último domingo de abril”.

BIBLIOGRAFÍA:
HISTORIA DE ANDÚJAR. Volumen II. Edita. Ayuntamiento de Andújar. Área de Cultura. 2009. CAPÍTULO: LA POPULAR TRADICIÓN RELIGIOSA DE LA ROMERÍA DE NUESTRA SEÑORA DE LA CABEZA. Autor: Francisco Fuentes Chamocho.
Foto:Tomada de Canal Romero.

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