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miércoles, 27 de febrero de 2013

Un caso ejemplar


    En febrero de 1918 los medios de comunicación de la época se hacían eco de la particular trayectoria de un joven estudiante arjonero, Juan Jiménez Torres,  que con solo doce años de edad, “había terminado el bachillerato, obteniendo 18 sobresalientes y 2 notables, sin más profesor que su padre”.
    Un caso paradigmático, sin duda ejemplar, si tenemos en cuenta el momento en que se produce, finales de la segunda década del siglo XX. Por aquellos tiempos la enseñanza era obligatoria, -el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes se había creado unos años antes y los maestros pasaron a ser funcionarios del Estado por un decreto de Romanones- aunque existía un elevadísimo absentismo escolar en los albores de la enseñanza pública debido a que los alumnos abandonaban enseguida la escuela y se incorporaban en gran medida a partir de los 10 años al trabajo, casi siempre, en el campo.
    El sesenta por ciento de la sociedad española era entonces analfabeta, razón por la que los padres no valoraban la importancia de los estudios de sus hijos y permitían que prescindieran de los mismos para ayudarles, en unos casos, en tareas de la casa y en otros, en actividades agropecuarias. 

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